Después de tanto tiempo... [Privado/Bent - R+18]

Pese a haber aceptado relajarse y tratar de "disfrutar" de todo eso, la selkie era incapaz de encontrar placer en todo eso. La sensación del saca y mete le producía bastante desagrado, por no hablar del hecho de que él sólo lo hacía para satisfacerse a sí mismo. El hecho de que le pidiera gemir o disfrutarlo sólo era para que su ego se agrandara más y ya, en realidad ni le importaba lo que ella llegase a sentir.

- Ungh... - gimoteó un poco, aunque no de placer, sino de incomodidad y dolor. Pese a que ya no estaba enterrando sus uñas en las palmas de sus manos, el hecho de que siguiera apretando sus puños ocasionaba que el dolor de sus heridas estuviera presente.

Al menos es una distracción para todo esto...

El tiempo se le hacía eterno haciendo eso. No veía la hora por la que el otro terminara con toda esa tortura y la dejara en paz de una vez por todas. Louise incluso vio entretenido contar los segundos, puesto que eso le ayudaba a no pensar en todo lo que le estaba ocurriendo. Sin embargo, hubo algo que la trajo a la realidad de golpe: el orgasmo del otro.

Un gritito de sorpresa y terror escapó de su boca al sentir la última estocada, acompañada de un chorro caliente y bastante espeso, el cual incluso parecía estar subiendo por toda su columna. Una arcada se apoderó de ella, pero tuvo que morderse con fuerza los labios para evitar vomitar. ¡Esto es asqueroso! chilló mentalmente, y soltó algunos quejidos cuando Bent la embistió un par de veces para terminar de derramarse en su interior.

No vomites, no vomites... se repitió mentalmente al sentir cómo el semen comenzaba a salir de su entrada trasera poco después de que él retirara su miembro. Pero sus palabras le hicieron gruñir un poco, molesta.

- ¡N-no te a-atrevas! - se quejó, y aprovechó que finalmente la había soltado para gatear lejos de él, pudiendo así verle mejor al no tener los brazos totalmente estirados -. N-no pienso cargar con un hijo tuyo - siseó.

La rubia no entendía del todo cómo era el "ciclo del embarazo", pero sabía que si un hombre derramaba su "semilla" dentro de su vientre era bastante seguro que terminara embarazada. Y ella no soportaría la idea de tener algo creciendo en su interior por culpa de una violación.

- Te arrancaré el pe-pene si lo intentas - espetó, aunque le costó un poco mencionar su miembro. No estaba acostumbrada a ese tipo de vocabulario, pero viendo cómo era el otro la chica pensó que tendría que empezar a usar a ese tipo de palabras.

El vikingo no hizo más que relamerse con goce los labios. El hecho de que ella intentase huir gateando por la cama, y chorreando tanto semen por su trasero, la hacía lucir suculenta... En especial ante ese vano intento de desafío, cuando la vio tan acorralada e indefensa.

¿Cómo esperaba que no la tomase contra el muro si se mostraba tan tentadora? Aquella imagen sólo despertaba sus instintos más primitivos, y le hacía desear incluso poder desvirgarla cada vez que metiera y sacara su pene de la intimidad de su nueva esclava.

-Ohh~ Parece que no eres tan santita después de todo~- Se burló, acercándose con toda tranquilidad hacia ella. -Pero si conoces esa palabra, entonces quiere decir que no habrá problema con que te lo meta, ¿o sí?~

La hizo tumbarse de nuevo contra las pieles, y sin ninguna delicadeza le abrió las piernas tanto como pudo, sujetándola bien fuerte de los muslos.

-Tan sólo mira lo mojada que estás...- En un intento por liberar un poco de sus ganas contenidas, hundió de golpe su dedo índice en el sexo de ella, para así revolver un poco en su interior. -Tu vagina está tan húmeda y caliente que sería ideal ponernos a hacer bebés en este instante... Ella tiene hambre de pene, vamos a alimentarla...

Antes de permitirle hacer nada, Bent retiró su dedo de allí para jalarla por las piernas y arrastrarla fuera de la cama. La hizo colocarse de espaldas contra una pared próxima, y trasladó el amarre de las cuerdas con las que aprisionaba sus muñecas a uno de los tantos ganchos que tenía dispuestos en todo el cuarto, dejando esta vez algo tirante de la soga.

Así se aseguraría de mantenerla de pie y prácticamente sin poder hacer ningún otro movimiento. Con sus brazos inmovilizados, debía mantener sus piernas en el suelo para equilibrar su peso y evitar lastimarse... Y él aprovechó justamente aquella situación para volver a acariciar de forma descarada su cuerpo, comenzando por su vientre, por donde fue bajando hasta volver a llegar a su intimidad.

-Escuché que las selkies tenían hijos en grandes camadas...- Pegó su torso a la espalda de la chica, mientras que sus dedos pellizcaban y retorcían su clítoris. -Me pregunto cuántos hijos me darás si me corro diez veces en tu coño... ¿20... 30, tal vez?

Bent rió un poco. Fastidiarla con el asunto del embarazo era bastante divertido, principalmente por el miedo que ella le tenía a tal escenario.

De un momento a otro, llevó su mano a uno de sus muslos para obligarla a levantar una pierna contra la pared, donde consiguió acomodarse mejor entre estas para rozar el sexo ardiente de la rubia. Y entonces ocurrió.

Metió la cabeza de su miembro dentro de la estrecha entrada de su esclava, hasta sentir que el himen le impedía pasar más allá.

El dragón se relamió gustoso, y acercó su boca al oído de su cautiva.

-Prepárate, Lou... porque a partir de ahora viene lo bueno...

Louise se encogió en su lugar, algo atemorizada, cuando Bent comenzó a acercarse más a ella. Aún si la cama era bastante amplia, ella seguía incapaz de apartarse mucho de él; además, su cuerpo ya comenzaba a sentir el dolor que había quedado tras lo que el pelirrojo le había hecho.

- ¡Ugh! - la selkie no hizo más que quejarse cuando el vikingo volvió a acostarla de forma tan brusca en la cama, e incluso soltó un pequeño grito de dolor cuando abrió sus piernas casi sin consideración. La espalda baja le dolía mucho, además de que el esfuerzo que ella hacía para intentar cerrarlas de nuevo la lastimaba más -. ¡Ba-basta...!

Un gemido escapó de sus labios cuando el dedo de él entró de forma brusca en su sexo, puesto que aún si no había disfrutado para nada de lo que él le había hecho antes, su interior seguía estando algo delicado por su primer orgasmo. Sin embargo, volvió a olvidarse de todo eso cuando Bent la jaló fuera de la cama.

No fue hasta que se puso de pie que se dio cuenta de lo mucho que realmente le dolía el cuerpo de la cintura para abajo. Sus piernas temblaban, incapaces de mantenerla estable, y el dar tan siquiera un paso era casi un suplicio para ella. Lo peor de todo fue cuando el dragón le hizo permanecer con los brazos en alto al colocar las cadenas de sus muñecas en un gancho que tenía en el techo.

- ¡A-ah...! - en un vago intento por no volver a gritar o quejarse por el dolor, la chica apretó con fuerza los labios. Los grilletes estaban lastimando más su piel, y seguramente podría lastimarse de verdad si sus piernas decidían fallarle y dejarla en una posición bastante incómoda al pender únicamente de las cadenas.

A él realmente no le importo un comino... pensó, antes de gruñir un poco cuando Bent se le acercó por detrás. Aún con toda la ropa puesta, era capaz de sentir el calor que manaba de su cuerpo; eso sólo le hizo recordar lo que era él en realidad, y el miedo comenzó a crecer en su cuerpo.

Sabía que los dragones eran criaturas temibles que se dejaban llevar principalmente por sus emociones e instintos primarios, por ende era bastante probable que el vikingo terminara violándola de manera salvaje y violenta. No tendría consideración con ella, y eso había quedado demostrado cuando la violó por su entrada trasera.

Un grito quedó a medias en su garganta al sentir algo grande y grueso comenzando a entrar en ella. El ardor no se hizo esperar, y el pensar que le dolería igual que la primera vez le hizo sentir un nudo en el estómago por el pánico.

- ¡No, no, no, no...! - balbuceó rápidamente, atropellando las palabras -. ¡Bent, po-por favor no lo hagas...! - suplicó, pese a saber que eso no serviría con él.

Louise no quería perder su virginidad de esa manera. Ella habría preferido entregarse a un hombre que realmente la quisiera y que en vez de lastimarla la protegiera y cuidara. Las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas, mientras que su respiración se agitaba.

- Por favor, n-no...

Se estaba esforzando de una forma espectacular por fingir que no quería. Ninguna chica había conseguido durar tanto sin ceder y finalmente mostrar sus verdaderas intenciones, cuando le rogaban que las penetrara sin parar. Y realmente, el hecho de ver tanta resistencia por parte de ella era algo que lo tentaba mucho más.

Si bien su temperatura corporal estaba caliente, el interior del cuerpo de la selkie también ardía bastante. El sólo meter su cabeza le hizo sentir un escalofrío de placer que no había experimentado desde la primera vez que lo hizo con Clady, hacía muchos años atrás, y la expectación por el momento le hicieron relamerse con hambre.

-No te preocupes, Lou... A las chicas les duele al principio, pero estoy seguro de que esto sí lo disfrutarás luego- Aseguró, tomando como experiencia a todas las esclavas a las que había desflorado de la misma manera, o incluso de formas más salvajes.

Ciertamente, con Louise había sido bastante considerado. Normalmente a las chicas que escogía para él las amarraba en posiciones sumamente incómodas para abrirlas al tope, y las penetraba de forma salvaje sin siquiera haberse tomado la molestia de lubricarlas antes. Ya fuese con su propio pene, o con algún otro objeto más grande que sirviese para la ocasión.

Sus subordinados lo respetaban más mientras más gritase la doncella a la que desvirgaba, así que usualmente no se contenía en lo más mínimo.

Pero a Louise al menos quería hacerla disfrutar también. Algo que, según él, conseguiría si la penetraba ahora que estaba tan mojada.

Y entonces empujó con fuerza.

Su miembro entró casi en su totalidad en la caverna estrecha y ardiente de la rubia, y él no pudo evitar gruñir con regocijo al sentir esa deliciosa sensación rodeando su miembro.

-Vaya, tu coño realmente es uno de los mejores, Louise...- La halagó, a la par que sujetaba firmemente la pierna que le había hecho elevar para facilitarse la entrada.

El haberla lubricado previamente y estimulado con los otros "juegos", parecían haber vuelto más estrecha su vagina, haciendo que sólo con el mero hecho de penetrarla ya pudiese sentir una apetecible corriente eléctrica recorriéndole la entrada.

Con la voz quebrada, Louise siguió suplicando para que se detuviera. Ella realmente no quería hacer nada de eso, aún si su cuerpo reaccionaba de la manera contraria; sin embargo, Bent parecía ser lo suficientemente bruto como para ignorar sus pedidos. Él sólo quería satisfacer sus necesidades carnales, y por mala suerte le tocó a ella toparse en su camino.

Incluso sus palabras parecían querer lavarle la cabeza de una forma u otra. Era como si el vikingo estuviera intentando hacerle creer que todo eso estaba bien, y que lo mejor era que se dejara hacer para disfrutar de todo eso. La quería sumisa, como un objeto más de su repisa al cual podía violar siempre que quisiera, hasta que se aburriera de ella. Y aunque ella ya había aceptado (con todo el dolor de su ser) que no iba a permanecer virgen, por nada del mundo se dejaría influenciar por él y convertirse en lo que deseaba: una esclava más.

Cuando finalmente el dragón terminó de meter su miembro dentro de su vagina, la selkie gritó con fuerza. Dolía; tal vez no tanto como cuando él ultrajó su otra entrada, pero sí era una sensación desagradable y molesta. ¿Sería acaso que su cuerpo había comenzado a acostumbrarse al dolor para así no sufrir tanto?

Su pierna, la cual era su único soporte, flaqueó por unos momentos, haciendo que su cuerpo pendiera únicamente de los grilletes. El dolor de sus muñecas se sumó al que comenzaba a expandirse por todo su vientre, y como única respuesta la chica sólo gritó de nuevo.

- Sa-sácalo... - pidió como pudo, notando un nudo en la garganta que le impedía hablar claramente. En esos momentos no sabía si llorar, gritar o incluso desmayarse. Realmente le daba miedo saber lo que el otro podría hacerle de estar inconsciente, pero tampoco quería ver todo lo que le haría estando despierta.

Y lo peor es que comenzaba a sospechar que él no se sentiría satisfecho con correrse una vez más...

-No voy a sacarlo en la mejor parte, Lou~- Se relamió, exponiendo así su larga lengua de reptil. -Estuve esperando por años llegar a este momento- Admitió. Después de todo, la había estado buscando por mucho tiempo, y fue superando cada obstáculo que se le suscitó en frente sólo para convertirse en "un  hombre", según los parámetros de su tribu... Mientras más "hombre" fuese, más podría satisfacer a una mujer. Todos los vikingos pensaban eso, y la forma de hacerse hombre no sólo era eliminando valerosamente a los enemigos, sino que debían saber domar a una mujer.

Ya estaba a un paso de domar a Louise, y al terminar, ella finalmente lo aceptaría como un hombre hecho y derecho... O al menos eso le habían enseñado desde la pubertad.

-Descuida, el dolor se irá cuando comience a moverme. Y luego lo disfrutarás- Aseguró de forma confiada.

Apenas la había penetrado y ya podía sentir lo mucho que se contraían sus paredes internas contra su miembro, a la vez que unas cuántas gotas de sangre se desprendían de su intimidad y bajaban por su falo. Aquella era la prueba inefable que la había hecho una mujer. Y no sólo eso: la había hecho su mujer.

Pero para marcarla como suya todavía faltaba.

-Vamos, afloja un poco tu cuerpo para que te sientas mejor- Ordenó, sin esperar más para dar inicio a las profundas estocadas, que no tenían otra finalidad más que la de seguir abriéndose paso en su interior.

Con una sonrisa satisfecha, Bent continuó penetrando más y más profundo en el cuerpo de la selkie. No había sensación más gloriosa que la de cogerse a una virgen, y las lágrimas que veía caer cada tanto para él eran muestra del gran goce que ella debía sentir.

Porque a decir verdad, Louise había sido afortunada... ¿Qué habría pasado si otro grupo de vikingos la hubiera secuestrado? Seguramente la habrían desperdiciado, convirtiéndola en una esclava más...

Pero él le estaba dando un tratamiento especial. La había llevado hasta su habitación, y estaba encargándose únicamente de ella en vez de ir a degustar a las otras esclavas... No cualquier vikingo tenía tanto tacto como él.

Estaba seguro de que al acabar, Louise caería rendida ante él y le pediría ser la madre de sus hijos.

Te odio, te odio tanto... murmuró en su cabeza, sin sentirse capaz de decirlo en voz alta.

Cada vez que intentaba abrir la boca para decirle algo, lo único que emitía eran quejidos de dolor. Aquella sensación que llenaba su vientre le hacía creer que de un momento la partirían en dos, y en parte la selkie deseaba eso. ¿Moriría? Todo sería mejor si eso pasara, aunque a fin de cuentas él ganaría. La única forma de demostrar que ella nunca sería suya sería aguantar todo ese infierno y escapar.

Recuperar su libertad era lo único que le quedaba ya.

- ¡N-no! ¡NO! - chilló en cuanto Bent comenzó a moverse. El dolor se intensificó, así que volvió a gritar con tanta fuerza que sintió sus cuerdas vocales desgarrarse. Quería creer que todo eso era un mal sueño para sobrellevarlo mejor, pero esa sensación horrible que inundaba su cuerpo sólo la regresaba a la realidad una y otra vez.

Cerró los ojos con fuerza, dejando que las lágrimas fluyeran mejor hacia sus mejillas. Incluso tuvo que volver a morderse con fuerza el labio para aguantar todo eso. Quería ignorar el temblor de su pierna, la sangre bajando por su muslo, la sensación de su miembro abriéndose paso en su interior...

El tiempo se le hacía eterno. Un minuto era casi como una eternidad para ella. No podía dejar de llorar por culpa de la impotencia y del dolor, y tampoco podía dejar de gritar y quejarse... Aunque, con el correr de las embestidas, pronto descubrió que sus gemidos no sólo eran de dolor, sino también de placer.

Aquello le hizo sobresaltarse y abrir los ojos, aterrada. En esos momentos era un manojo de nervios: dolor, ira, vergüenza, decepción, impotencia, asco... ¿pero placer? ¿Por qué sentiría eso? ¿Por qué su cuerpo comenzaba a disfrutar algo que ella odiaba?

- Unngh... - sollozó, con un cierto tinte de placer en su voz. Lo odiaba a él, y también se odiaba a ella por permitir que ese tipo de sensaciones tan vulgares y carnales comenzaran a superarla -. ¡N-no quiero e-esto...! - logró decir, intentando hacer lo posible por mantenerse cuerda.

Pero le era bastante difícil. Por alguna razón su cuerpo comenzaba a encontrar placentero el vaivén del dragón, y por mucho que ella intentara evitarlo, sus caderas trataban de acoplarse a su ritmo. Por favor, no... susurró en su fuero interno, antes de agachar la cabeza para tratar de ocultar su rostro y evitar así que él pudiese ver sus lágrimas.

"Vaya que debe estar encantándole", se dijo, con una amplia sonrisa de satisfacción.

Si ella gritaba de esa manera, era porque sin duda estaba disfrutando de ser penetrada por él. Y mientras más la hiciera gritar, más demostraba su hombría ante ella, así que para complacerla, decidió volver más tosco y profundo el ritmo de las embestidas.

Se aferró a su cintura para mantenerla firme, y así poder meter y sacar mejor su miembro de la estrecha cavidad de la selkie, disfrutando a cada instante del increíble apretón que le daban sus paredes internas.

-Vaya, realmente tu cuerpo es muy erótico- Comentó, entre embestida y embestida. -Mira lo rápido que te acoplaste a mi pene... Pareciera que tu coño está disfrutando tanto que no quiere dejarme salir.

Incluso si ella se negaba y lloraba para que la dejase, sabía que Louise simplemente se estaba "haciendo la difícil". En el fondo, ella debía estar disfrutando de un goce jamás antes experimentado, y de seguro le estaba rogando por más. Cada negativa e insulto, él lo tomaba como un "mételo más", "dame más duro"... Y así lo hacía.

Había pasado a penetrarla con tanta violencia que sus pechos no paraban de rebotar de un lado a otro; y su mayor logro fue el haberle arrancado gemidos sinceros de placer. Allí estaba la prueba de lo que tanto había estado intentando mostrarle.

-No tiene caso que mientas a estas alturas, Lou~- Pasó su lengua de forma descarada por uno de sus hombros, mientras que continuaba usando su cuerpo para darse placer. -¿No te oyes?~ Tus propios gemidos te delatan...

Una de sus manos viajó hacia sus senos, consiguiendo atrapar uno de ellos en pleno movimiento. Y sin intenciones de ser muy delicado, comenzó a apretar y manosear de forma hambrienta, aprovechando de paso para sacarle bastante leche en el proceso.

-Tu cuerpo está hecho para ser follado de todas las formas posibles, ¿por qué crees que estás tan mojada y apretada ahora?- Decidió pegar su torso contra la espalda de la rubia para poder hablarle más cerca, disfrutando enormemente de ese momento. Louise simplemente no quería ver la verdad, por terca, así que la mejor forma de demostrarle cómo eran las cosas, era por medio de acciones. Ahora que ella había comenzado a gemir con tanto placer, no podría negar de ninguna forma que estaba pasándola bien gracias a su pene.

Las estocadas eran demasiado profundas y violentas como para una primeriza; pero no la estaba embistiendo con tanta fuerza como para traspasar su límite. Sabía que con ese cuerpo, Louise no era ninguna chica delicada. Ella perfectamente debía poder soportarlo, y estaba poniendo a prueba esa teoría.

-Hiciste bien en proteger tu virginidad para mí~- La felicitó, sintiéndose bastante satisfecho de saber que ella había mantenido su pureza sólo para entregarse a él. -Habría sido un desperdicio que te tomara otro hombre, de seguro no podrían hacerte gemir tanto como yo...- Afirmó. Porque era obvio que sólo él podía hacerla llegar al éxtasis, y que sólo él tenía permitido hacerla suya y devorarla tanto como quisiera.

Realmente quería dejar de gemir; hacía lo posible por mantenerse en silencio, pero por más que mordiera su labio (sin importarle que la herida se le volviera a abrir) ese ruido asqueroso seguía escuchándose por toda la habitación. ¿Cómo era posible que su cuerpo disfrutara de todo eso? Estaba siendo mancillada, ¡la estaba obligando a hacer cosas que no quería! Y aún así jadeaba de placer, y trataba de moverse al ritmo de él.

Esto es de lo peor...

- Ugh... - la selkie sorbió un poco con la nariz, queriendo calmar su llanto. Las palabras de Bent, lejos de agradarle, sólo hacían que se sintiera peor consigo misma. Odiaba su cuerpo, odiaba haber nacido así. Si ella hubiese sido como una chica cualquiera, que no resaltara por sus cualidades físicas, seguramente el otro nunca se habría molestado en buscarla y habría tenido una vida feliz y tranquila.

Un gritito de placer escapó de sus labios cuando las estocadas se volvieron más rápidas y violentas. Sus pechos rebotaban debido a ello, y algunas gotas de sudor comenzaban a resbalar por todo su cuerpo. Sintió la lengua de él recorriendo uno de sus hombros, o incluso la punta de su miembro golpeando una y otra vez su límite, casi como si deseara ir más allá.

Podía seguir gimiendo y jadeando debido a ello, pero el nudo en su estómago creció a medida que su rabia hacia el otro también lo hacía. ¿Él realmente creía que ella estaba disfrutando de todo eso? ¿Acaso era lo suficientemente enfermo como para no darse cuenta de que ella lo odiaba?

- ¡N-no lo aprietes tan fuerte...! - se quejó, aún sabiendo que el pelirrojo no le haría caso. Cada vez que ella le suplicaba algo, el vikingo hacía lo contrario; no sabía si aquello le divertía, o si él estaba idiota y pensaba que todo lo que las mujeres decían en realidad significaba lo contrario.

Lo castraré antes de escapar se prometió, con los labios apretados con fuerza Y le meteré un trozo de madera astillada en el culo, a ver si lo disfruta también.

Sus siguientes palabras le hicieron sobresaltarse, e incluso su sonrojo se apoderó de su cara por completo. Trató de girarse para verlo, aunque las cadenas y sus propios brazos estirados se lo complicaban un poco.

- ¡Yo no hice eso por ti, idiota! - espetó, tratando de tragarse el placer ardiente que comenzaba a crecer en su vientre, y el cual se expandía por todo su cuerpo. Quería que su voz sonara firme - ¡Habría preferido hacerlo con cualquiera antes que contigo! ¡Eres un animal que sólo se preocupa de sí mismo! - siseó.

Incluso trató de patearlo, aprovechando que ahora tenía ambas piernas en el suelo, pero las sentía débiles no sólo por las embestidas de ahora, sino también por el dolor que aún persistía en su trasero debido al primer encuentro. A lo mucho lograba darle algunos golpecitos en la espinilla con el talón, pero dudaba que eso le fuera a afectar al otro. Tal vez de haber estado en otra situación y sin nada de dolor, realmente podría haberle hecho daño, pero ahora estaba igual de indefensa que un conejito.

Maldijo un par de veces por ello, y simplemente se dedicó a mirar hacia el frente, frustrada. No quería tener un orgasmo por culpa de él, pero no podía evitarlo. Cada vez se sentía más caliente, y su interior comenzaba a contraerse más y más, permitiéndole sentir a la perfección el miembro de él...

¡Mantente firme! ¡No cedas ante eso! quiso animarse, pese a que le costaba un poco tener sus pensamientos en orden.

-Por supuesto~ Si realmente pensaras eso, ya lo habrías hecho con el primer tipo que se te hubiese cruzado en el camino- Le contestó, sin dejar de embestirla de aquella manera salvaje. Poco le importaron los intentos de patada que ella quiso darle, ni siquiera le habían hecho nada, así que no tenía mayor inconveniente con seguir en lo suyo.

Al sujetarla por las caderas para moverle la pelvis de arriba hacia abajo, podía incluso ir variando el movimiento para rozar diversas zonas de su interior con cada estocada. Ya había llegado a lo más profundo, pero a juzgar por lo mucho que ella apretaba, sabía que estaba ansiosa por más.

-Además, a estas alturas no puedes negar que estás disfrutándolo tanto como yo- Prosiguió. Realmente Louise era una chica terca, por más que se lo repetía, e incluso con la evidencia de su propio cuerpo, ella seguía enfrascada en negar sentirse complacida por sus acciones, o atraída hacia él. -Tu coño es uno de los más apretados, y sé por experiencia que no apretarías de esta manera a menos de que te encuentres completamente excitada...

Por unos instantes, incluso estuvo a punto de pegar por completo la pelvis de ella contra la suya, ejerciendo así mucha presión contra su límite. Podía traspasarlo cuando quisiera, pero iba a reservarse eso por ahora. Sólo quería demostrarle cuánto la encendía el hecho de amenazar con ir más adentro de su cuerpo, pues al instante que comenzó a presionar, sus paredes se tornaron muchísimo más estrechas que antes.

Posiblemente en el fondo le excitaba correr peligro y pensar que podría traspasar los límites de su propio cuerpo.

-Hmm...- Bent aspiró gustoso el aroma de su cuello, sin aflojar su agarre. -Escucharte gemir de esa forma hace que me den ganas de correrme toda la noche dentro tuyo...- Incluso sonrió con bastante satisfacción ante la idea. -Estoy seguro de que con ese cuerpo prodigioso que tienes podrías darme una buena camada de hijos de un solo tiro...

Ambos eran animales, después de todo. ¿Cuánto podría parir ella de un solo embarazo? ¿3, 5, 8?... Se moría por saberlo.

No puedo estar disfrutando de esto, ¡simplemente no puedo...!

Pero por mucho que intentara negarlo, la situación era otra.

No paraba de gemir, aún si hacía un esfuerzo tremendo por apretar los labios y tratar de evitar que su voz sonara de esa forma. La fricción de su miembro contra el interior de su sexo le hacía estremecer, y le provocaba sensaciones totalmente nuevas e indescriptibles. Estas no se asemejaban a nada que hubiera sentido antes, ni siquiera cuando Bent había lamido su sexo momentos antes.

Lo odiaba, claro está, pero todo ese placer estaba comenzando a doblegar su juicio. Por momentos dejaba de pensar y sólo se enfocaba en lo bien que se sentía, antes de volver a la realidad y sentirse asqueada consigo misma. Era una lucha entre su yo racional y su instinto más bajo.

- ¿A-ah? - como pudo, Louise miró al otro ante semejantes barbaridades que decía. Entrecerró los ojos, aunque de esa manera las lágrimas se agolpaban más en estos y le era imposible ver claramente -. ¡Nu-nunca te-tendré un hi-hijo tuyo! - espetó, aunque su voz sonó casi como un chillido al pronunciar la última vocal. El pene de él había golpeado tan fuerte su límite... -. ¡A-antes mu-muerta que eso!

Si llegaba a quedar embarazada, las cosas se complicarían bastante. Tener un varón significaba que no podría llevarlo con ella en caso de que escapara, y Louise no quería que eso ocurriera. Aún si llegaba a ser hijo de Bent, también era suyo; y no permitiría que el niño estuviera rodeado de bárbaros que le enseñarían a ser igual que ellos. Por otra parte, si se trataba de una niña las cosas serían peor. No podría nacer en el mar si la selkie no recuperaba antes su abrigo, y por ende la pequeña no sería capaz de generar su propia piel. Moriría en cuestión de meses, y ella también debido al agotamiento físico y espiritual que conllevaba el dar a luz a una nueva selkie.

Literalmente, quedar encinta era lo peor que le podría ocurrir en esos momentos.

- ¡S-si tanto quieres u-un hijo, e-entonces tenlo con otra!

Quería que se detuviera. Quería que su interés por su cuerpo pasara y se fuera en esos momentos por otra de sus esclavas. Louise no creía soportar por más tiempo el placer que poco a poco se iba apoderando de su mente, en especial si él seguía arremetiendo contra ella de esa manera.

Era casi como si deseara atravesar más allá de su límite, y aunque eso debería de aterrarle, en esos instantes su sexo le ardía tanto que deseaba que Bent lo hiciera. Creía ingenuamente que sólo de esa manera podría aliviarse de una vez por todas.

- ¡Te odio! - Mételo más, por favor... - ¡Juro que te mataré! - ¡Más, más!

Su cuerpo entero se tensó debido a un repentino espasmo de placer que subió desde su vientre y que se extendió hasta la punta de sus dedos. Era una sensación similar a la que había tenido antes de su primer orgasmo, pero más potente. ¿Iba a correrse de nuevo? Ella sentía que había pasado una eternidad desde que la penetró, pero en realidad apenas lo había hecho hacía unos segundos.

Estaba tan caliente por todo eso y los juegos previos que su orgasmo incluso se había adelantado. Sus piernas no dejaban de temblar, y sus gemidos se habían convertido en gritos de placer que llenaban por completo la habitación.

¡No puedo más con esto! ¡Siento que me derrito...! sollozó por el placer, mientras que cerraba los ojos con fuerza. Las sensaciones finalmente llegaron a su punto máximo, y finalmente llegó al éxtasis.

Casi aulló de placer, y por un momento su mente se puso en blanco. No fue capaz de recordar que odiaba al otro, que sentía asco, que deseaba escapar... nada de nada. Todo fue paz por unos instantes, en los cuales su cuerpo se mantuvo tenso... hasta que finalmente se relajó casi por completo, dejando que los grilletes soportaran su peso.

Bent no pudo sonreír más satisfecho al ver que poco a poco, esas palabras de desprecio iban perdiendo credibilidad. Incluso ella misma había comenzado a dudar, y no le costaría mucho trabajo hacerle entrar en la cabeza que en realidad estaba disfrutando gracias a la forma en la que él abusaba de su cuerpo...

Después de todo, a las mujeres les encantaba ser ultrajadas. Mientras más brusco y desconsiderado fuese él con sus coños vírgenes, ellas más acababan disfrutándolo al final, y Louise no parecía ser la excepción...

-¿Y para qué buscarme a otra si te puedo embarazar a ti?- Contestó con simpleza, golpeando un par de veces más la punta de su miembro contra el límite de la selkie. Louise nada más decía esas cosas ahora porque seguía aferrada a esa faceta rebelde, pero en cuanto la hiciera correrse y le demostrara el placer tan descomunal que podía hacerle sentir, ella misma iba a ser quien le rogara que le hiciera diez hijos o más.

Había estado esperando por ese reencuentro por mucho tiempo, y a decir verdad, Louise no lo había decepcionado. Se merecía un premio por haber estado guardando la virginidad sólo para él, así que tal vez podría complacerla con un hijo suyo. Ella de seguro quedaría encantada de ser la primera en generarle descendencia, y recibiría un trato especial en la tribu si paría a los hijos del jefe.

"Ya está a punto", se percató. Y justo en ese instante, la sintió llegar al orgasmo y apretarse de una forma deliciosa contra su miembro. Incluso tuvo que doblarse un poco y aflojar levemente el agarre sobre ella, pues la presión fue tal que terminó por acabar con su resistencia en menos tiempo del esperado.

-Vaya, Lou...- Sonrió gustoso cuando consiguió reponerse, y con fuerzas renovadas, sostuvo sus muslos para abrirlos al tope y sostenerla propiamente con sus brazos. -Mira cómo te corriste a pesar de todo lo que decías... ¿ves cómo sí terminaste amando a mi pene?~

Él mismo estaba al límite. Sentía perfectamente cómo su miembro palpitaba, a punto de reventar, y con un par de fuertes embestidas, se pegó por completo a ella para permitirse expulsar todo el semen que había acumulado. Y hasta él se sorprendió de la cantidad que salió; nunca antes había derramado tanto como con ella, y no podría haberle salido mejor...

Mientras más se corriera, más posibilidades tenía de dejarla embarazada, por lo que continuó embistiéndola incluso después de derramarse adentro, para seguir expulsando hasta la última gota y acabar de descargarlo todo. Ahora que Louise no tenía fuerzas para seguir resistiéndose y la tenía a su merced, podía convertirla en un apetecible contenedor de carne para depositar su semilla.

-Ahh, no estuvo nada mal...- Después de asegurarse de haber vaciado todo, el dragón al fin se apiadó de ella para salir de su interior. Aunque por la posición en la que la tenía, inevitablemente cayó una gran cantidad del preciado semen al suelo.

"Bueno, ya qué. Todavía le quedó bastante bien metido allá al fondo", pensó. Eso debería bastar para dejarla encinta.

Por unos instantes, la selkie pensó que finalmente iba a quedar noqueada. Toda esa explosión de sensaciones que la habían embargado fueron incluso más potentes que durante su primer orgasmo, por lo que en esos momentos su mente simplemente quería "apagarse" para poder reponerse. Llegados a ese punto, a ella ya no le importaba lo que el otro le hiciera en caso de quedarse dormida.

Pero antes de que pudiese hacerlo, el nuevo cambio de posición logró que se despabilara un poco. Su cuerpo tembló, aunque el pudor y la vergüenza volvieron a invadirla gracias a las palabras del pelirrojo.

- N-no es verdad... - trató de negarse, aunque sabía que Bent tenía razón en cierta parte. Le había gustado mucho correrse; el placer que había experimentado era glorioso, y sabía que nunca encontraría otra cosa que pudiese reemplazar eso. Sin embargo, al mismo tiempo odiaba que esas sensaciones estuviesen ligadas al acto sexual.

Ya sin poder contenerse, sus gemidos comenzaron a salir nuevamente de su boca ante  las nuevas estocadas del dragón. Eran débiles y tenían cierto tono de cansancio, pero igualmente se podía escuchar lo mucho que a ella le estaba gustando eso. El glande de él rozaba con mayor facilidad su punto más sensible gracias a la posición en la que estaba, además de que podía notar las palpitaciones de su miembro y lo duro que estaba...

En cuanto Bent tuvo su orgasmo, ella también sintió que volvía a correrse, aunque en menor medida. Incluso le sorprendió que esta vez no se sintiera mal al sentir el semen caliente y espeso llenando su interior; de hecho, este aliviaba de una forma u otra el ardor de su vientre, casi como si se tratara de una medicina contra su propia excitación.

- Nnngh... - tan pronto el vikingo salió de su interior, Louise pensó que finalmente la dejaría en paz. Estaba cansada, las caderas le seguían doliendo y la garganta le ardía de tanto gritar. Lo único que deseaba en esos momentos era dormir profundamente... -. Y-ya no más, por favor... - suplicó, con la voz rasposa y entrecortada.

Podía sentir aún como el semen de él seguía saliendo de su sexo, lo cual sólo empeoró su estado emocional. Iba a quedar embarazada, de eso no había duda, ¿pero qué pasaría después? Daría a luz al hijo de Bent, y si era niño ella quedaría "atada" a él para siempre, o al menos hasta que su cuerpo ya no pudiese soportar más el estar sin su piel. Y viendo lo cruel que era él, muy seguramente la tendría como un juguete personal hasta que encontrara a una nueva esclava que cumpliera mejor con sus expectativas.

Y entonces pasaré a ser el juguete de los otros vikingos... pensó, aterrada ante esa idea.

Aquél había sido uno de los mejores polvos que había tenido. Y si bien todavía sentía ganas de volver a embestirla, tenía que reconocer que Louise había hecho un buen trabajo, así que podía recompensarla con un merecido descanso, en lo que la dejaba recuperarse.

-Te has portado bien para ser tu primera vez, así que puedes descansar por hoy~- Desató sus ataduras, y él mismo la cargó hasta la cama para dejarla descansar en ella.

Esta vez no la amarró. Sabía muy bien que debía encontrarse exhausta, y después de abrirle las puertas al mundo del placer, ella ya no debería tener ganas de seguir sublevándose ante él. Decidió dejarla tranquila por el momento, pues de seguro se dormiría lo que quedaba del camino hasta regresar.

Aunque debería despertarla antes de arribar para ir a asearla, o de lo contrario le sería mucho más complicado una vez llegase a la villa. Para mantenerla oculta de Clady, debía evitar cualquier movimiento sospechoso... Y aunque tarde o temprano ella acabaría descubriéndola y caería en un ataque de celos, prefería postergar ese momento tanto como le fuese posible.

-Todavía quedan unas cuántas horas antes de llegar, puedes dormir mientras tanto- Para que no le diese frío, la cubrió con la piel que tenía sobre su cama, en lo que él mientras tanto podría ir y entretenerse con las esclavas que había seleccionado.

En esos momentos, la selkie se sintió bastante aliviada cuando el otro aceptó dejarla en paz por ahora. Sin embargo, eso no la hizo sentir mejor.

Louise ni siquiera fue capaz de percatarse del instante donde Bent finalmente desató sus muñecas y la dejó en la cama. Su mente estaba en blanco, tratando de procesar bien todo lo que acababa de ocurrir. Hacía unas horas había estado viviendo su día a día como siempre, pero de un momento a otro se había topado con el dragón y todo había ido a pique.

La habían secuestrado, violado, e incluso le quitaron su precioso abrigo. ¿Alguna vez podría recuperarlo y escapar? ¿Cuánto tiempo le quedaría hasta que su cuerpo se volviera de espuma y muriera?

Su cuerpo se estremeció cuando sintió la piel que el vikingo usaba como cobija sobre ella. Fue entonces que comenzó a reaccionar, y todo pareció explotar dentro de ella. El dolor de sus caderas regresó, sumado ahora al de sus muñecas, las cuales estaban hinchadas y rojas por el esfuerzo que ella había hecho para liberarse. Incluso aún era capaz de sentir el semen de él saliendo por su sexo, lo cual le hizo sentir tanto asco que se le formó un nudo en el estómago.

Esa sensación de impotencia y humillación era horrible. La selkie deseaba que todo fuese un sueño, y hasta quiso despertar en los brazos de su madre. Aquello era algo que no había pensado desde que era una niña, pero en esos instantes sólo era capaz de pensar en la otra como su lugar seguro, donde nadie ni nada le haría daño.

Sin dirigirle la palabra al otro, Louise se hizo un ovillo sobre la cama, cubriéndose tanto como podía con la piel. No quería que la viera, que la tocara o que incluso le hablara. Lo odiaba tanto en esos momentos, pero estaba demasiado débil, cansada y asustada como para atreverse a hacer algo. Lloró en silencio, sabiendo que la mejor opción era dormir para aliviarse, pero el pensar que se encontraba en un barco lleno de bárbaros le quitaba las ganas de hacerlo...

Las horas siguientes se dedicó a divertirse con algunas de las esclavas, quienes inevitablemente no lograron satisfacer del todo sus expectativas. Pero bueno, después de haber probado a Louise, aquél bocadillo que había estado deseando saborear desde hacía tantos años, ninguna otra simple mujer podría siquiera compararse a ella.

Necesitaba volver a probarla... Después de arribar, tendría muy pocas oportunidades para divertirse con su esclava personal. Especialmente porque tendría que andar cuidándose de su hermana para que no lo viese o sospechase... Donde Clady llegase a enterarse, estaba seguro de que haría cualquier cosa con tal de quitar a Louise del medio, y eso era lo que menos quería.

Tenía que esconderla muy bien, en un lugar seguro para que no escapara y donde nadie más la viera. Afortunadamente, él ya tenía en mente varios escondites... Podría usar el sótano que tenía oculto en una de sus guaridas; sólo debía acondicionar un poco el lugar para que Louise pudiese vivir allí y asunto arreglado.

"Ya lo pensaré mejor cuando lleguemos...", se dijo, en lo que ingresaba a su habitación una vez más.

Le costó algo de trabajo abrir la puerta sin que se le derramase el agua del recipiente, el cual tenía un tamaño bastante considerable. Aquello servía como una tina portátil que usaban para los largos viajes donde no podrían asearse cuando fuese necesario en algún río o estanque.

-Oye, Louise, despierta- La llamó, en lo que colocaba el recipiente en el suelo, junto con un cántaro que dejó a un costado. -Es hora del baño.

Se arremangó despreocupadamente para dejarse los brazos libres, antes de probar la temperatura del agua con su mano. Debido a las bajas temperaturas y al hecho de que ella seguramente no estaría acostumbrada, había calentado el agua previamente para aclimatarla a una temperatura cómoda. Pero de todos modos, esta se enfriaría a medida que pasara el tiempo, por lo que debía aprovechar para asearla rápido.

Conciliar el sueño no había sido fácil para Louise.

De vez en cuando los movimientos bruscos del barco la mareaban, o incluso el escuchar voces cerca de la habitación le hacían tensarse por completo y mantenerse alerta, como si temiera lo peor. Después de todo, en ese lugar sólo había vikingos, y no le sorprendería que Bent decidiera mandar a alguno de sus camaradas para que le hiciera algo.

El sueño finalmente había llegado a ella cuando su cuerpo no pudo resistirlo más. Prácticamente terminó fuera de combate al instante, y permitió que su mente divagara por el mundo de los sueños. Allí era el único lugar donde podía sentirse a salvo, sin temor de que siguieran abusando de su cuerpo. De hecho, esa fue la primera vez en años que volvió a soñar con su madre, la cual simplemente le cantaba su canción de cuna favorita.

”Siempre que te sientas sola, canta esa canción y todo pasará” le había dicho, y la selkie sabía perfectamente a qué se refería con todo eso…

Sin embargo, no pudo seguir disfrutando de ese pequeño mundo de fantasía, puesto que la voz de Bent la despertó con un sobresalto. Rápidamente la chica se incorporó a medias con ayuda de sus codos, aunque por todo el ajetreo de despertar tan bruscamente no le dejó pensar con claridad lo que estaba sucediendo en esos instantes.

Su primer impulso fue cubrirse más con las pieles que servían de sábanas, antes de alejarse a uno de los rincones de la cama, como si eso la fuese a salvar del otro. Aún pese a haber descansado un poco, la cadera le seguía doliendo horriblemente y sus piernas seguían débiles. Incluso notaba que, para horror suyo, si se movía mucho el semen de él volvía a brotar de su sexo; no en gran medida, puesto que apenas era un fino hilo blanco que bajaba por su muslo, pero eso era suficiente para generarle un nudo en el estómago.

Era la clara prueba de que todo lo que había ocurrido no se trataba de una simple pesadilla.

- Pu… puedo bañarme por mi cuenta… - murmuró, con la voz algo rasposa. Aún le dolía la garganta de tanto gritar, cosa que le molestaba un poco.

Y si bien era cierto de que en esos instantes ella necesitaba algo de ayuda para caminar hasta el recipiente con agua, Louise no quería que Bent la volviese a tocar.

La selkie no sólo estaba lastimada físicamente, sino también de forma emocional. Había confiado en el dragón tiempo atrás, y aún después de tantos años su recuerdo había permanecido presente en su memoria. Sin embargo, él había traicionado esa confianza violándola y quitándole su piel. Lo odiaba, y también estaba algo molesta consigo misma por haber confiado tan ciegamente en él cuando eran niños. De haber sabido, nunca hubiera ido al siguiente día para seguir platicando con él… pensó, triste.

Aunque también había aprovechado ese momento para quitarse la horquilla del cabello y ocultarla bajo las almohadas, procurando de que el pelirrojo no lo notara. Era posible que de todas formas la obligara a tomar un baño, y ella ya no tenía fuerzas para rechazarlo. Pero, pese a su propio dolor físico, ella seguía empeñada a escapar de ese sitio. Si Bent volvía a colocarle los grilletes ella se los quitaría, sólo para después aprovechar alguna oportunidad para salir a buscar su piel.

Aquello habría sido más fácil estando en tierra firme, ya que los propios espíritus la habrían ayudado; pero en un barco, donde rara vez había energía espiritual, la chica veía aquello como una gran odisea.

Incluso haciéndose la difícil, para Bent era obvio el hecho de que la selkie no iba a poder tomar un baño por su cuenta. Sin importarle en lo más mínimo el evidente rechazo que ella le tenía, se aproximó hacia la cama, como si con ese simple gesto estuviese destruyendo la protección imaginaria que ella le había adjudicado al hecho de alejarse, y retiró del todo las sábanas para poder alzarla en brazos.

-Será más rápido si te baño yo- Determinó, dirigiéndose con ella hacia el recipiente que contenía el agua.

Y si bien Louise podría haberlo mordido, rasguñado o agredido de cualquier otra forma a causa de lo que le había hecho anteriormente, para el dragón ella no era más que un conejito indefenso, que no lograría dañarlo por más que lo intentara.

Despacio para evitar salpicar, la sumergió en el recipiente, el cual apenas contenía suficiente agua para que le llegase a la cintura estando sentada. Era lo más grande que tenían, así que debía conformarse con eso.

Con la misma despreocupación con la que la había cargado para trasladarla, se tomó su tiempo para abrir una pequeña bolsita de cuero, de donde extrajo unos trozos irregulares de jabón. Aquellos eran los que todavía no habían sido utilizados; los elaboraban las mujeres de la tribu, y ya que los vikingos no eran precisamente los más aseados, el jabón solía durarles meses enteros, incluso si usaban una misma barra entre todos. Por eso siempre sobraba mucho jabón sin usar, que iba quedando guardado y acumulado con cada viaje.

Por esa misma razón era que los jabones tenían diferentes tonalidades y aromas. Cuando las mujeres de su tribu preparaban jabones, usualmente sacaban una tanda de una determinada flor o sustancia. Allí tenía de jazmines, de miel, de leche, de grasa pura, y de otras flores cuyos nombres eran demasiado irrelevantes para recordarlas, pero que decoraban las pastillas blanquecinas con sus pétalos.

-Ten escoge el que más te guste- Le acercó un manojo con jabones de toda índole. Algunos más grandes que otros, pero de todos modos cualquiera serviría para el simple propósito de un solo baño.

Tan pronto como Bent la sujetó para cargarla hacia la tina, Louise comenzó a protestar y a golpearlo. No quería que él la tocara, el simple hecho de sentir su tacto contra su piel le generaban arcadas y malos recuerdos; sentía que todo lo que le había hecho hacía unos momentos volvía a repetirse, lo cual la enfermaba.

Sin embargo, tuvo que detenerse después de unos instantes, ya que el dolor de su cadera regresó para recordarle que no debía de agitarse tanto. Agh, maldita sea... pensó, frustrada.

Se quejó un poco cuando terminó sentada dentro de la tina, pero no hizo ademán alguno de querer ponerse de pie para escapar; después de todo, no podría caminar bien ni mucho menos correr, por lo que ahora no le quedaba de otra más que hacer lo que el vikingo le pidiera, muy para su pesar.

Desearía al menos tener mi abrigo... se lamentó, mientras que miraba sus manos. Tenía las muñecas levemente hinchadas y la piel roja por culpa de los grilletes, y en la palma de sus manos se encontraban las pequeñas heridas que se había ocasionado tras enterrar sus uñas allí. Las selkies, al transformarse, podían curarse de cualquier herida que tuviesen sin siquiera dejar cicatriz alguna; el dolor también desaparecía, lo cual le vendría espléndido en ese momento...

Casi molesta, Louise se giró un poco para ver al otro en cuanto volvió a hablarle. Le hubiera dicho alguno que otro insulto, sólo para desquitarse un poco... hasta que se percató de algo.

Cuando era niña y su madre le permitió salir del mar por primera vez, ella se encontró fascinada con las conchas de mar que había en las playas. Eran de diferentes tamaños y colores, por lo que siempre le gustó coleccionarlas. Las más bonitas las convertía en collares o pulseras, las cuales le regalaba a su madre o a las otras selkies de su manada. Sin embargo, entre todas esas pulseras había una que le había gustado mucho, por lo que había optado por quedársela.

Eventualmente, tras conocer al pelirrojo, ella había optado por dejársela como un recordatorio. Todos esos años no había sabido si el otro había dado con la pulsera o no, y hasta ya había pensado que ésta se había perdido en aquel bosque... pero no era así. Bent la tenía puesta justo en esos momentos.

Esto tiene que ser una broma fue lo primero que se le ocurrió. ¿De verdad él había tenido la pulsera todo ese tiempo? ¿Era cierto que nunca se había olvidado de ella? La chica negó levemente con la cabeza, queriendo sacarse esos pensamientos. Seguramente todo eso se trataba de una terrible consecuencia, ya que no era posible que el dragón la guardara sólo por tratarse de ella...

- Y-yo... yo me bañaré sola - se limitó a murmurar, antes de tomar la primera barra de jabón que sobresalía de la bolsa que él le tendía. Era de un claro color azul, y Louise se percató de que tenía algunos pétalos de flor del mismo color tanto rotos como enteros.

Sin decir nada más, la selkie comenzó a tallarse con cuidado los brazos, dejando que el jabón lavara los restos de sudor que seguían impregnados sobre su piel.

Ante la decisión tan encarecida acerca de bañarse ella misma, Bent no tuvo más remedio que suspirar con desgano y acuclillarse a un lado suyo para verificar que se aseara bien. Nada le costaba tomar otra barra de jabón y tallarle el otro lado del cuerpo; así al menos podría terminar de bañarse antes de que se enfriase el agua.

-Llegaremos en unas horas, aunque tendrás que quedarte en el barco un rato más, hasta que te avise que es seguro salir- Advirtió, en lo que volvía a guardar los jabones dentro de la bolsa de cuero. -Mi hermana es algo... celosa- Se limitó a decir. -Y sería mala idea dejar que ella te vea.

Por supuesto que referirse a Clady como una persona "celosa" era quedarse corto. Bent todavía no había descubierto cuán extremista era ella, pero sí sospechaba que la desaparición de sus esclavas favoritas se debían a su hermana. Y no pensaba arriesgar a Louise a correr con el mismo destino, por lo que debía ir y llevarla al escondite cuando ella no estuviese viendo, lo cual usualmente ocurría durante la hora de la cena.

A esa hora Clady debería estar cocinando, así que era el momento ideal para llevar a cabo sus planes.

Luego estaría el problema de ver cómo haría para colar el alimento y el agua por el refugio sin que su hermana lo pescase en el proceso; pero ya se las arreglaría luego. Por ahora disfrutaría el momento.

Soltó un suspiro cansino antes de sentarse finalmente en el suelo, y después de un rato introdujo una mano en el recipiente para verificar la temperatura. El agua ya se había enfriado bastante, así que tomó la jarra adicional que había llevado para exhalar su aliento de fuego sobre esta y así calentar el líquido que esta contenía.

Aquello era una práctica común para él, pues al ser mayoritariamente dragones, podían calentar el agua cuando se les antojara y bañarse a una temperatura cómoda. Bastó con exhalar otras tres veces su aliento de fuego sobre el metal para que el contenido se encontrase a temperatura; y tan pronto estuvo listo, lo vertió en la tina para que se mezclara con el resto del líquido y se fusionaran en una calidez agradable para las bajas temperaturas.