Después de tanto tiempo... [Privado/Bent - R+18]

Por un momento la rubia pensó que el pelirrojo la dejaría en paz al enterarse de que estaba lactando. Sabía que a muchos hombres les disgustaba la idea de que las mujeres dieran leche, y realmente esperaba que Bent fuese uno de ellos. De ser así, tal vez ya ni querría tocarla de nuevo...

Pero sus esperanzas murieron al verlo tan emocionado con la idea de que sus pechos produjeran aquel líquido.

- ¡A-ah...! - jadeó cuando el otro retiró su mano de su sexo, sintiendo algo de alivio cuando al fin se había dignado en dejar en paz esa parte suya. Pero ahora quedaba el hecho de que toda su atención se había volcado sobre sus pechos, los cuales no paraban de dar leche cada vez que él la ordeñaba -. N-no ha-hagas e-eso... - suplicó, con la voz entrecortada.

Una de las partes más sensibles de su cuerpo eran sus pechos, especialmente cuando pasaba la temporada de "celo". Estos comenzaban a acumular leche que (en teoría) tendría que ser dada a los recién nacidos de su manada; sin embargo, al haberse separado de esta no tenía de otra mas que esperar a que la hinchazón pasara por sí sola. No era tan complicado, puesto que eso ocurría en una semana a lo mucho, pero a cambio dejaba sus pechos demasiado sensibles.

Quiso taparse la boca para evitar que sus gemidos se escucharan, aunque eso no era algo posible en esos momentos. Sus brazos seguían encadenados, y ella ya se había rendido. Lo único que conseguía al tirar de los grilletes era lastimarse las muñecas.

Algunas lágrimas de dolor comenzaron a asomarse por la comisura de sus ojos. Bent realmente no tenía consideración alguna con su cuerpo, y eso se reflejaba en la forma brusca en la que apretaba la base de sus senos. De esa forma sacaba más leche, sí, pero le dolía horriblemente. Y lo peor es que no entendía porqué eso le generaba cierto placer...

- ¡Ba-Basta, Bent! - suplicó entre pequeños sollozos. En esos momentos no le quedaba otra opción más que rogar, aunque eso tampoco parecía funcionar. Él seguía pegado a su pezón como sanguijuela.

No supo cuando tiempo pasaron así, pero para cuando él finalmente la soltó, su pecho estaba realmente hinchado por el maltrato. Le ardía, y eso sólo ocasionaba que más lágrimas bajaran por sus mejillas. Odiaba mostrarse tan vulnerable, aunque ¿qué podía hacer? Estaba a merced de él, y aún si conseguía soltarse de sus ataduras, ¿qué haría? No podía irse sin su abrigo, sería una muerte segura.

- N-no soy un juguete - espetó, frunciendo un poco el ceño pese a todo. Le enojaba sentirse usada por él, pero odiaba especialmente esos comentarios que soltaba. Para él sólo era algo que podía usar y tirar cuando quisiera, y no le sorprendería si fuese una mentira eso de regresarle su piel cuando se "aburriera" de ella.

Muy seguramente la dejaría a su suerte con el resto de los vikingos, y estos realmente la violarían hasta que ya no diera más. ¿Y si al final su única salida era la muerte? Sus labios temblaron un poco al pensarlo. Su madre había dado la vida para que ella se salvara, y ahora ella estaba en manos de un bárbaro, el cual no la soltaría hasta que su cuerpo ya no sirviera.

Tuvo que morderse la lengua para no gemir, y en un último esfuerzo por defenderse, comenzó a retorcerse tanto como las cadenas se lo permitían. De ese modo sus pechos se deslizaban fácilmente de las manos del pelirrojo, ya que estaban algo mojados por las gotas de leche que se le habían escapado; y, por ende, sus pezones se salían también de la boca de él, impidiéndole seguir bebiendo su leche.

- ¡N-no soy u-una vaca, o u-una fuente! - entrecerró los ojos, tratando de mostrarse seria pese a las lágrimas -. A-además... - sonrió de lado -, e-esto sólo será temporal. Posiblemente mañana deje de lactar, así que vete despidiendo de eso - advirtió.

Sin embargo, incluso ella tenía esa duda. ¿Realmente iba a dejar de lactar pronto? A fin de cuentas su cuerpo producía leche por un par de días por si había un bebé hambriento; y si lo encontraba, entonces tendría que ser su nodriza hasta que este tuviera aproximadamente un año. Técnicamente Bent no era un bebé, pero estaba estimulando a sus pechos para que produjeran el líquido que un infante necesitaría...

Bent continuó extrayendo la leche de sus dos pechos a la vez, hasta que fue ella misma quien puso fin a su entretenimiento, cuando comenzó a moverse tanto que ya no le era posible seguir sujetando sus pechos. No obstante, tampoco se quejó. Aquél movimiento también se le hacía muy tentador... Sus pechos se movían tan apeteciblemente, que eso sólo hacía que le dieran más ganas de penetrarla y hacerla chillar.

Se relamió las gotas de leche que quedaron impregnadas en sus labios, y una vez cesó el movimiento de sus senos, finalmente se dignó a mirarla a los ojos.

-Oh, qué mal...- Musitó, con cierto tinte de lástima. Realmente quería seguir bebiendo de ella. -Pero supongo que si los sigo estimulando, seguirán dando leche, ¿no?- Sonrió de lado.

Si bien era cierto que no era el gran científico como para saber de los ciclos naturales de todas las especies con criaturas femeninas, había aprendido de las esclavas que mientras se siguiesen chupando sus pechos, estos generarían leche hasta el cansancio. Tenían reservas infinitas de leche, y estaba seguro de que con Louise aquello no sería la excepción...

-En fin, seguiré ordeñándote más tarde entonces... Si de verdad vas a quedarte sin leche sin importar lo que haga, entonces necesito llenar unos cuántos baldes con tu leche para tener de reserva...

Claramente, no la iba a dejarla descansar con tanta facilidad; y lejos de desalentarlo, la advertencia de ella más bien lo incitó a buscar más.

Decidió dejar en paz sus pechos, al menos por el momento, para así volver a centrarse únicamente en su sexo. Esta vez no se conformó sólo con acariciar por afuera, sino que abrió sus pliegues todo lo que pudo para admirarla más internamente.

-Realmente tienes un coño muy bonito~ se ve muy sabroso... Creo que no estará mal beber también de tus jugos de aquí abajo- Se relamió con total descaro, antes de dedicarle una lamida general y directa a todo su sexo.

La lengua de los dragones distaba mucho de la de las otras criaturas... Especialmente porque tenían escamas incluso en estas, aunque en menor tamaño... Eran diminutas, y se hacían más pequeñas a medida que se aproximaban a la punta de la lengua, la cual era además más larga que la de las demás especies.

Sin embargo, esto le daba a su lengua una textura similar a la de los gatos, por lo que al lamer la piel tan sensible y suave de sus pliegues, estos no se deslizaban por su lengua, sino que se adherían a esta en ciertos tramos, hasta que se soltaban. No lastimaba su piel, sin embargo, al no deslizarse ni con su saliva, la superficie era algo rasposa, y jalaba las carnes suaves como aquellas.

Bent adoraba sentir cómo la parte más suave del sexo de las chicas quedaba adherida por breves instantes a su lengua; pero era hora de sacarle el mejor provecho. Con la punta de esta, comenzó a lamer su clítoris con más paciencia de la que solía ponerle a las cosas. Le entretenía sentir cómo aquél sensible botón se enganchaba a las pequeñas escamas que tenía en la punta, y podía acariciar con más precisión la zona, empujando y jalando con cada lamida.

Incluso dejó caer unos abundantes hilos de saliva por todo su sexo, hasta empaparla por completo.

-¿Sabías que la saliva de dragón actúa como afrodisíaco natural?~- Murmuró, cuando ya la tuvo completamente cubierta.

Por supuesto, aquello era mentira, pero dudaba seriamente que ella lo supiese. Y además, la mente de las chicas trabajaba a veces incluso mejor que un afrodisíaco como tal, ya que ellas se sugestionaban y su cuerpo reaccionaba como si les hubiese echado litros del dichoso líquido.

-Pronto sentirás como tu coño se pone cada vez más caliente~ al punto en el que desearás que te penetre para calmar tus ansias~- Hizo trampa al respirar cerca de su sexo, ya que su aliento era más caliente que el de otras criaturas. Pero eso ayudaría a darle cuerpo a toda la trama que se estaba montando.

Su "simple" solución al problema le hizo palidecer. Si sus pechos ya le dolían por todo lo que él le había hecho en esos minutos que pasaron, no quería imaginarse lo que sufriría cuando él directamente quisiera llenar unos baldes con su leche. Aunque también él podía estar el lo cierto, y tal vez sus pechos comenzarían a lactar más seguido al ver que había alguien que estaba bebiendo de ellos. Era algo que sólo con el tiempo sabría, y que le aterraba.

El darse cuenta de todo lo que tendría que vivir de ahora en adelante era horrible. Era como si hubiese estado viviendo en un sueño y de pronto éste se convirtiera en una pesadilla. ¿Era así como se había sentido su madre años atrás, cuando también fue una esclava? ¿O incluso muchas otras selkies que habían pasado por lo mismo? Quiso llorar, pero ella misma se reprendió ante la sensación de escozor que tenía en los ojos. No iba a rendirse por algo como eso. Iba a luchar y a escapar un día de estos, a como diera lugar.

Trató de reprimir un jadeo cuando la mano del vikingo comenzó a enfocarse nuevamente en su intimidad. Si bien su cuerpo comenzaba a disfrutar de todo eso, ella no, y no daría su brazo a torcer. Así que tampoco le daría el gusto; primero muerta antes de admitir que todo eso le gustaba en realidad.

- ¡N-no digas esas cosas! - refunfuñó, con las mejillas encendidas por la vergüenza. Literalmente se estaba exponiendo por completo a él, cosa que nunca antes había hecho con nadie. De haber podido cerrar las piernas, lo abría hecho con tal violencia que incluso lo habría podido noquear (porque muerto no le convenía... o bueno, no mientras tuviese su abrigo bajo su poder).

Pero en cuanto la lamió, por mucho que ella trató de mantenerse firme, sus defensas se destruyeron y le hicieron soltar un gemido cargado de placer.

Desconocía mucho sobre los dragones, salvo lo que siempre había escuchado: que podían transformarse en gigantescas criaturas aladas que escupían fuego, y que además eran muy peligrosos. De niños, Bent le había dicho que él era un dragón, pero eso sólo hizo que la imagen que tenía sobre estos seres cambiara casi por completo. Él no era peligroso en ese entonces, pero ahora...

- ¡Deja d-de hacer eso! - gimoteó, mientras que cerraba los ojos y echaba su cabeza hacia atrás. Su lengua se sentía completamente diferente a la de una persona normal. Era como si raspara, pero no al grado en que le doliera o le lastimara. Louise no se había esperado que los dragones tuvieran la lengua de esa manera, así que la había tomado completamente desprevenida.

Podía sentir cómo a veces "tiraba" de la piel de su sexo, lo cual le hacía estremecer de pies a cabeza. Era una sensación completamente diferente a cuando antes había estado moviendo sus dedos dentro de ella, la cual incluso le hacía gemir y jadear por mucho que ella tratara de mantener la boca cerrada.

Su espalda se arqueó cuando él comenzó a prestarle especial atención a su clítoris, el cual de por sí ya estaba bastante sensible por todo lo que él le había hecho antes. La selkie no encontraba otra forma de desquitarse más que apretar sus manos con fuerza, o incluso tirando más de sus extremidades, al punto en que los grilletes comenzaban a enrojecer su piel. No podía dejarse llevar por todo eso, ¡tenía que mantener la mente despejada...!

- ¡¿Q-qué?! - su voz sonó un poco más chillona de lo habitual cuando le escuchó decir eso -. ¡E-es mentira! - refutó... aunque no estaba segura de si ella era la que tenía la razón, o el otro.

Podía sentir claramente la saliva de él en su sexo, ya que era más caliente de lo usual, y eso le permitía notar cómo se deslizaba por sus pliegues hasta perderse entre las sábanas. Su corazón se aceleró a causa del pánico, puesto que había escuchado que los afrodisíacos prácticamente ponían en blanco la mente de una mujer, haciendo que esta fuese totalmente sumisa. Y si era cierto que la saliva de los dragones era uno, entonces...

- ¡Hy-hyaa! - gimió, más alto de lo que le habría gustado. El aliento cálido de él golpeó de lleno su intimidad, lo que hizo que su piel se pusiera de gallina ante la diferencia de temperaturas.

Pero ese aire lo había sentido muy caliente, y ella temía que eso se debiera al hecho de que el afrodisíaco comenzara a hacer efecto. No, no, no, no... negó desesperada con la cabeza; por lo que, presa del pánico, siguió tirando con fuerza de sus brazos para tratar de liberarse. Su piel ya le ardía, y estaba poniéndose realmente roja, pero eso no le importaba.

- ¡E-eres un maldito infeliz! - siseó -. ¡Vo-voy a matarte, lo juro!

Supo que su pequeña mentira había dado sus frutos en cuanto la piel de la chica se puso de gallina.

Bent sonrió satisfecho; ahora todo lo que quedaba por hacer era jugar con su mente y con sus zonas más sensibles para terminar de hacer el trabajo. Como Louise era virgen, y dudaba seriamente que alguien como ella hubiese tenido las agallas de explorar su propio cuerpo, de seguro desconocía qué tanto podía llegar a estimularla si trabajaba en sus puntos débiles... Y eso la haría reafirmar la idea de estar bajo la influencia de alguna sustancia; o mejor aún, pensaría que aquello era más fuerte de lo que imaginó en un principio, y entonces podría hacerla correrse como si le hubiese metido uno de los afrodisíacos más potentes del mercado.

-¡Vaya!~ Veo que incluso comienza a hacer efecto más rápido de lo normal~- Festejó, continuando con su farsa. -Aunque parece ser que tu vagina es más sincera que tu boca, Lou~

Sonrió de lado, y entonces volvió a hundir la punta de su lengua entre los suaves pliegues de la chica.

-Mientras tú me insultas cada vez que hablas, tu coño se retuerce complacido y libera más jugos para confesarme su amor~- Tras mofarse un poco de su situación actual, continuó con su trabajo en el sexo de su cautiva, acariciando con profundidad cada sector por donde pasaba su lengua, la cual se retorcía y jugaba con cada rincón exterior de su zona íntima.

No dejó un solo sitio sin lamer, e incluso liberó más saliva sobre ella para que lo sintiera, y creyera que estaba untando más del afrodisíaco.

-Ya que no puedo tener una plática sincera contigo, tendré que hablarle directamente a tu vagina... Estoy seguro de que ella me tratará muy bien~

Su lengua poseía además mucha más movilidad y flexibilidad que la de un humano, por lo que incluso podía enrollarla al rededor de su clítoris y frotarlo por completo ante cada movimiento, asegurándose de que sus pequeñas escamas rozaran incontables veces aquél sensible botón rosa.

La efectividad de su mentira había sido un éxito; podía comprobarlo con sólo mirar la cantidad de flujo que comenzaba a salir de su entrada... Incluso si la chica se negaba a admitirlo, la evidencia era más que obvia. Su cuerpo estaba disfrutando como nunca al recibir todos los estímulos que él le daba, y ahora él podía hacerla gemir tan alto como quisiera, y al momento que quisiera.

Su respiración comenzó a hacerse algo irregular. Incluso su cuerpo comenzaba a sentirse más... caliente, como si de pronto no importara la temperatura ambiente del lugar. Sin embargo, aún así podía sentir un par de escalofríos recorrer su espalda, los cuales le hacían estremecer. Louise temió que todo eso se debiera al supuesto afrodisíaco que él le había esparcido por todo su sexo, puesto que de ser así, entonces su cuerpo reaccionaría aún en contra de sus deseos.

- Mmmhh... - las palabras de Bent sólo lograban avergonzarla más. Él realmente no tenía ningún tipo de consideración con ella, y tal parecía ser que mientras más la humillara, más disfrutaría de todo eso. Eso sólo reafirmaba su postura de que el pelirrojo era el peor ser humano en la faz de la tierra -. ¡N-no te estoy confesando nada, imbécil! - espetó.

¿Amor? ¿El otro era retrasado mental o qué? La chica apartó su mirada, mientras que el sonrojo de sus mejillas persistía. Ella nunca se enamoraría de un tipo como él; tal vez lo había considerado antes, pero ahora que se volvían a ver y sabía la clase de sujeto que era, Louise no sentía otra cosa que no fuera odio hacia el chico. La estaba obligando a hacer todas esas cosas sucias, la había secuestrado e incluso le había robado su abrigo. Para una selkie, esa era la peor traición que podía haber, puesto que esa piel era su vida.

- ¡A-aammh! - gritó un poco al sentir la lengua de él enredándose en su clítoris, pero aún así hizo lo posible por resistir y no complacer al otro con sus gemidos. Incluso llegó al punto de morder con fuerza su labio, sin importarle mucho el pequeño hilo de sangre que comenzaba a bajar por su mentón.

Tengo que soportarlo. Tengo qué... se repitió constantemente, con los ojos fuertemente cerrados. De vez en cuando su cuerpo se sacudía por los espasmos de placer, producto del movimiento de la lengua de Bent, o incluso del propio "afrodisíaco". Gemía de manera ahogada, puesto que se negaba a abrir la boca para permitir que él la escuchara. Además de esa forma se podía mantener un poco en la realidad. El dolor y el sabor metálico de su sangre le hacían darse cuenta de todo lo que estaba ocurriendo.

Sentía que si por un momento se dejaba llevar por todas esas sensaciones que comenzaban a crecer en su vientre, entonces no habría marcha atrás, y realmente se volvería una esclava.

Después de tratar y tratar, percatándose de los temblores intensos y gemidos ahogados que generaba en la chica con sus movimientos, Bent decidió desenrollar su lengua del clítoris de ella por unos instantes.

-Sí que eres testaruda- Farfulló. Ella claramente estaba haciendo todo lo posible para reprimirse... Pero todo lo que estaba en sus manos ahora era contener sus gemidos, ya que dudaba seriamente que pudiese manejar las reacciones de su cuerpo.

Especialmente después de que le dijo lo del afrodisíaco. Aquello confundiría su mente, y la haría más susceptible a cualquier cosa que hiciera, por lo que retomó las lamidas en el sexo de ella.

Podría ser una mujer terca para admitir las cosas, pero su sexo decía a gritos la verdad que ella quería ocultar. Estaba tan mojada que incluso por más que lamiera y pasara su lengua contra todos sus pliegues, no dejaba de humedecerse.

-Deberías aprender de la sinceridad de tu coño. Está soltando tantos jugos como la leche de tus pechos cuando los estrujé recién- Y no le bastó informarle de su estado actual, sino que además de ello, aprovechó la ocasión para pegar sus labios a la entrada de ella y así poder succionar.

No le sorprendió mucho, a decir verdad, la cantidad tan abundante de flujo que absorbió sólo con succionar un par de veces. Por dentro estaba muchísimo más empapada de lo que aparentaba, y después de sacar y tragar lo grueso, introdujo su lengua en su cavidad, para así limpiar sus paredes internas.

Debía tener cuidado de no meterla demasiado, o incluso podría quitarle la virginidad con esta. Al no ser una lengua normal y tener un mayor tamaño que las de los humanos, él mismo ya había comprobado su efectividad. Incluso había desvirgado más de una vez a una esclava sólo haciendo eso, por lo que esta vez se estaba conteniendo para no meter más que sólo un poco, para así recorrer apenas sus paredes internas, las cuales sintió comprimirse a medida que él iba lamiendo.

Y esto le hizo exclamar una carcajada de victoria.

-Parece que te gusta que te penetren por aquí abajo, ¿eh?~- Tras extraer su lengua, volvió a lamer profundamente todo su sexo. -Eres más pervertida de lo que pensé, ¿quién pensaría que una mujer aparentemente tan recatada tendría estos gustos tan sucios?...- Usó las reacciones corporales de la chica en su contra, una vez pudo comprobar que el humillarla era algo que al menos en ella acrecentaba la excitación.

A veces se encontraba con algunas mujeres que se mojaban más mientras más sucio les hablara, y Louise parecía ser una de ellas... Significaba entonces que a mayor humillación, más placer sentiría ella.

-En verdad te gusta la idea de estar siendo penetrada por una lengua como esta, ¿verdad?~- Llevó sus labios hacia su clítoris para succionar otro poco de este, antes de rodearlo con sus dientes para mordisquear con cuidado aquél sensible botoncito rosa. -Disfrutas más que ninguna otra cosa que lama tu coño y beba de tus flujos, e incluso te causa morbo la idea de estar siendo violada por un "bárbaro"~

La punta de su lengua se introdujo una vez más en la cavidad cada vez más estrecha y húmeda de la chica, donde la hizo serpentear de forma intensa para enloquecerla. Las chicas adoraban eso.

-Pero como te gusta guardar las apariencias, sigues engañándote a ti misma, intentando hacerte creer que no puedes estar disfrutando de algo así...- Más que fastidiarla, parecía estar intentando lavar su cerebro para convencerla de estar disfrutando. Y ya fuese producto del morbo natural de ella, o lo segundo, realmente sus palabras parecían estar haciendo efecto. -Bueno, sigue repitiéndote que no te gusta, tu cuerpo mismo te delatará más de lo que ya lo hizo... Sólo mira lo apretada que se pone tu vagina cada vez que la penetro con algo, y lo mucho que te mojas del sólo hecho de mirarte, o hablarte sucio...

Después de toda esa sugestión, que seguramente surtiría efecto en la cabeza de la selkie, Bent se relamió gustoso y se preparó para fulminarla con su carta maestra. Pegó sus labios a su entrada, y al tiempo que iba succionando, volvió a introducir su lengua por un tramo corto para hacerla serpentear, mientras que los dedos de su mano se encargaban de pellizcar y retorcer su clítoris.

La chica tragó algo de saliva con dificultad. El sabor de su sangre inundaba su boca, pero no podía hacer nada para frenar su herida, o de lo contrario sus gemidos y jadeos volverían a escapar de ella.

Sólo tienes que aguantar hasta que se canse. Tal vez se aburra de ti y finalmente te deje en paz... pensó, aunque eso también le hacía sentir un nudo en el estómago. Si se aburría de ella, ¿qué pasaría? Bien podía liberarla, o bien podría dejarla a merced de los otros vikingos, o incluso venderla como esclava.

Apretó con fuerza sus párpados, e incluso frunció un poco el ceño ante la insistencia de él. Su lengua recorría cada centímetro de su sexo, haciéndole sentir cosas que en su vida había imaginado que podía experimentar. Además, su cuerpo reaccionaba en contra de su voluntad, tanto por todo lo que él le hacía en su intimidad como a causa del afrodisíaco. Incluso de vez en cuando alguno que otro espasmo de placer le hacía temblar de pies a cabeza.

- Pa-para... - suplicó, con un hilo de voz. Pese a tener los ojos cerrados las lágrimas seguían saliendo de estos, aunque ella ya no sabía si se debía a la frustración, la ira o incluso algo más.

Su vientre parecía estar en llamas. Un cosquilleo comenzaba a surgir en este, el cual le hacía sentirse extraña. Nunca antes había experimentado una sensación igual, y en parte le daba miedo.

Aunque lo que hizo Bent a continuación le tomó por sorpresa. Gritó cuando la lengua de él comenzó a introducirse en su cavidad, lo cual le generó una terrible sensación de molestia... así como también de placer. Las escamas de su lengua "tiraban" de la piel sensible de su vagina, logrando que ella temblara aún más. No hacía falta que el otro le dijera que ella estaba mojada; Louise era bastante capaz de percatarse de ello, y eso le molestaba en cierta parte. Estaba comenzando a sucumbir a los estímulos de él.

- ¡N-no me gusta! - insistió, aunque la voz se le quebraba a causa de los jadeos -. ¡Iiik...! - volvió a morderse con fuerza el labio, sin importarle que otra vez brotara sangre de su herida, y tensó un poco su cuerpo -, ¡de-detente...!

Ser violada por un bárbaro era la primera cosa que no deseaba en su vida. Había guardado su castidad con recelo para el hombre que se ganara su corazón, y ahora Bent se la iba a quitar sin su consentimiento. Nada podía sentirse peor que eso.

Volvió a gritar cuando la lengua de él comenzó a moverse de esa forma tan similar a la de una serpiente. Sus ojos se humedecieron por completo, y cuando los abrió ni siquiera podía ver el techo con claridad. No quiero esto, por favor... suplicó en su mente, ya que cuando abría la boca, lo único que salía de esta eran gemidos o gritos de placer.

Las palabras de él sólo hicieron que llorara más. Lo odiaba, y también se odiaba a sí mismo por estar disfrutando de eso. Sus caderas incluso comenzaron a moverse contra él, pidiendo más, por mucho que ella quisiera resistirse. Esto no me gusta, esto no me gusta, esto no me gusta... se repitió, desesperada, a medida que el cosquilleo de su vientre se intensificaba.

Y finalmente, con un grito mucho más sonoro que los anteriores, algo dentro de ella explotó. La mente se le puso en blanco por unos instantes, y su mirada se perdió en algún punto del techó. El placer que llenaba su cuerpo y le hacía retorcerse tenía que ser ajeno a ella. Estaban mancillando su cuerpo, la humillaron... ¿pero porqué le gustaba, entonces? ¿Por qué su cuerpo, pese a todo el placer que sentía en esos momentos, quería más?

Por unos instantes de lucidez se sintió sucia, y sólo quería que todo eso acabara ya. Sin embargo, también se dio cuenta de que era inútil seguir resistiéndose. Bent había ganado, y ella ya no tenía otra opción más que dejarse hacer.

Louise cerró los ojos, resignada, mientras que un nudo se formaba en su garganta.

"Al fin..."

Bent sonrió victorioso cuando el cuerpo de la chica no pudo oponer más resistencia, y acabó sucumbiendo ante su primer orgasmo. Ciertamente, Louise era la primera chica que le daba tanto trabajo para hacerla correrse; usualmente con el resto lo lograba a los primeros dos o tres minutos, pero con ella sentía que llevaba casi una eternidad.

Y aquello sólo era un incentivo más para disfrutar mejor de su tan ansiado premio, por lo que pegó una vez más sus labios a la entrada de ella para comenzar a succionar sus flujos y beber como cuando estaba chupando la leche de sus pechos.

Bebió de su entrepierna hasta que sintió que ya no salía nada, y luego procedió a limpiar la humedad de su sexo al pasar su lengua por entre todos sus pliegues.

-Realmente eres deliciosa, Lou~- La halagó. -Eres la mujer más sabrosa que probé hasta ahora.

Si bien sus palabras eran bruscas y repugnantes, él sentía que la estaba elogiando. Después de todo, al ser un vikingo no podía usar palabras dulces ni amables en ningún momento, o se echaría a perder su reputación. Por esa razón eran considerados como "bárbaros", porque la rudeza con la que se manejaban para todo les impedía incluso mantener una buena relación de pareja con sus mujeres, quienes mayoritariamente eran esclavas sometidas a las órdenes de los guerreros.

-¿Ves que sí te gustó después de todo?~- Se asomó un poco para ver su rostro, aunque recién en ese instante se percató de la pequeña herida que tenía en el labio. -¿Hmm?- Enarcó una ceja y se acercó una vez más hacia su cara, para ver mejor. -No tenías esto cuando te rapté- Comentó, en tono pensativo.

Y sin esperar explicación o palabra alguna por parte de ella, atrapó su labio inferior entre los suyos, para succionar un poco de la herida.

A diferencia del trato que anteriormente le estaba dando, esta vez tuvo la suficiente delicadeza de hacerlo de forma suave para que no le doliera, y al momento de pasar su lengua, procuró rozar nada más la parte inferior de esta, que era lisa y no tenía escamas que pudiesen molestarle. Era su forma de limpiarle la herida.

Quizá la saliva de los dragones no tuviese alguna propiedad especial de curación ni de ningún tipo, pero las mujeres de su raza de igual modo lamían de esa manera las heridas de sus crías, para eliminar cualquier bacteria o contaminación que pudiese infectar a sus hijos.

Y Bent, a decir verdad, no recordaba mucho de su madre, pues murió cuando era muy pequeño. Pero cada tanto tenía la leve sensación de haber sido lamido de esa forma por ella una vez que se lastimó. Además de que era una escena que veía constantemente entre algunos dragones hembra que habitaban en su tribu, así que sabía más o menos cómo podía calmar el ardor con un suave masaje.

Para cuando soltó su labio lastimado, notó que de la herida que se había hecho sólo quedaba una fina y limpia línea roja con la marca de los dientes de la selkie. No tenía algún ungüento para cicatrizar la herida, pero por lo menos era algo pequeño, y sólo con dejarlo quieto un día o dos, sanaría.

Su cuerpo siguió sacudiéndose a causa de los espasmos. Las muñecas y los tobillos comenzaban a arderle a causa de los grilletes, ya que estos habían irritado bastante su piel después de los constantes jalones de sus extremidades. La verdad no le sorprendería si al final su piel terminaba por abrirse...

- Hmm... - se quejó un poco cuando Bent comenzó a lamer con insistencia su sexo. Ella literalmente se había rendido con todo eso, y simplemente lo dejaba hacer lo que quisiera. Aunque no podía evitar seguir sintiéndose incómoda, especialmente por la forma en la que él lamía su entrepierna.

Era tan vergonzoso saber que él estaba bebiendo aquellos flujos que habían salido de su sexo, que por unos momentos deseó desaparecer. Incluso sus palabras le hicieron esconder su rostro contra uno de sus brazos, aunque apenas pudo hacerlo debido a la posición en la que seguía. Basta... siguió repitiéndose mentalmente, y sus labios temblaron un poco a causa del llanto contenido.

Estaba harta de llorar, pero ¿Qué más podía hacer en su situación? Estaba encadenada, desnuda y con su abrigo oculto en alguna parte del barco. Su instinto de supervivencia le decía que lo mejor era hacer todo lo que él le pidiera, en la espera de que eso le ayudara a la larga, pero su orgullo se lo impedía.

No le respondió nada cuando el pelirrojo formuló aquella pregunta. Si bien su cuerpo había reaccionado a todos esos estímulos, ella se sentía completamente asqueada por dentro. Y esto aún no va a terminar... pensó, sabiendo que pronto él la penetraría con otra cosa, mancillando así su cuerpo por el resto de su vida.

- ¡Nngh! - se quejó un poco cuando él de pronto pasó a succionar su labio inferior. Frunció el ceño, y tuvo que contener las ganas de morder uno de sus labios con fuerza y arrancárselo. Sabía que las cosas le podrían ir mal si hacía algo como eso.

Aunque las pequeñas lamidas la descolocaron, a decir verdad. Era tal vez el primer gesto "delicado" que él tenía con ella, sin embargo no lograba entender porqué lo hacía. ¿Sería que también su saliva tenía efectos curativos, o algo así? No, seguramente no es lo que piensas se dijo Seguramente este es otro de sus "juegos", y sólo quiere molestarte. Si ya te hizo todo esto, ¿por qué tendría que ser amable contigo? No le interesas.

La selkie apartó la mirada cuando él terminó de lamer su labio, y simplemente entrecerró los ojos. No podía confiar en ese tipo de gestos; a fin de cuentas, sólo era un juguete para Bent.

- Sólo termina con esto de una vez - susurró, con la voz algo rasposa por haber gritado antes - ¿o acaso no tienes otras cosas que hacer? - torció la boca, tratando de reprimir la ira y el odio en su tono.

Seguramente el otro tenía que ir a ver a las esclavas que los otros vikingos habían capturado (chicas de su pueblo, y las cuales seguramente conocía), y muy ´posiblemente también les haría lo mismo que le estaba haciendo a ella. Louise sólo quería que se apurara a ultrajar su cuerpo para que la dejara sola un momento, puesto que no quería seguir compartiendo el mismo aire que un sujeto como él.

Bent volvió a mirarla con cierta extrañeza cuando la sintió retirar sus labios y pedirle que se apresurara. Él no tenía prisa, a decir verdad, y sabía que tampoco tenía por qué apurarse para escoger a sus esclavas vírgenes. Los otros vikingos ya debían estar saciándose con las otras chicas que les había asignado, así que podrían entretenerse penetrándolas hasta que arribasen de regreso a la base.

-Si no me tomo mi tiempo no sería divertido, Lou~- Aseguró, con una sonrisa torcida.

Increíblemente parecía pensar que también tenía que hacer que ella lo disfrutara, e incluso creía que ella finalmente había comenzado a pasarla bien.

Sin moverse de donde estaba, llevó uno de sus dedos a la húmeda entrada de la selkie, para volver a introducirlo y frotarlo de forma enérgica contra sus paredes.

-Aún estás mojada, ¿oyes ese ruido que hace tu coño?- Lejos de querer simplemente mancillarla con sus palabras, aquella parecía ser su forma de hablar, tosca y grosera. -Deja que tu cuerpo también disfrute de esto, si lo haces hasta estarás feliz de recibir mi pene.

Sabía que ella seguramente se encontraba sensible por el reciente orgasmo, además de la mentira del afrodisíaco, por lo que aquellas dos cosas juntas debían potenciar todas sus sensaciones. El efecto incluso fue claro del sólo ver cómo la piel se le ponía de gallina, y su otra mano acudió a atender uno de sus pechos, al cual estrujó con la misma brusquedad de antes, dejando esta vez que el pezón se alzara por entre sus dedos.

-Tus pezones están más duros que nunca porque lo estás pasando bien, ¿qué tal si le haces caso a tu cuerpo y dejas de ser tan obstinada por un momento?...

Su dedo comenzó a frotarse con insistencia donde sabía que se encontraba su punto G.

-Admite que la estás pasando bien...- Se arrimó contra ella para susurrarle al oído, con su aliento tan caliente como era propio de su especie. -Admite que te encanta ser ultrajada por mis dedos, y que en realidad disfrutas que tu amo viole tu cuerpo.

- ¡Uummgh! - gimió en cuanto los dedos de él pasaron a acariciar su sexo nuevamente. Estaba realmente sensible por toda esa descarga de placer que había tenido momentos antes, y el que Bent la tocara en esos instantes le producía un extraño cosquilleo que subía por todo su vientre.

Un escalofrío recorrió su espalda cuando notó un líquido caliente bajando por el interior de sus muslos. Al no haberse tocado nunca, no sabía que eso se trataba de sus propios fluidos, y en cierta parte le asustó un poco. No podía incorporarse para ver de qué se trataba, y comenzó a temer que fuese sangre o algo peor.

Lo peor era que esos espasmos de placer le hacían tirar de sus piernas y brazos casi de forma involuntaria, ocasionando que sus tobillos y sus muñecas se irritaran más. Comenzaba a dolerle de verdad, pero en cierta forma todo eso era opacado por las sensaciones provenientes de su entrepierna. Y eso le desagradaba, a decir verdad. Detestaba que el otro le provocara ese tipo de cosas...

- ¡A-ahhh! - un chillido de placer le hizo arquear levemente su espalda en cuanto el pelirrojo comenzó a apretar su pecho. Ese estímulo no bastaba para que volviera a brotar la leche de sus pezones, pero igualmente seguían delicados por el maltrato que habían sufrido antes. Él realmente no tiene consideración conmigo... pensó, molesta.

Sin embargo, sus últimas palabras fueron lo que terminó de colmar su paciencia. Tal vez había aceptado que él iba a violarla tarde o temprano, pero eso no significaba que se rebajaría al nivel de una esclava. Ella iba a luchar, sin importar el qué.

Por ese motivo es que aprovechó la cercanía del vikingo cuando éste le susurró al oído para meterle un cabezazo con todas sus fuerzas. Obviamente el golpe la descolocó incluso a ella, e incluso le dejó un terrible dolor de cabeza, ¡era casi como golpear una piedra...! Pero al menos se había podido desquitar un poco con ello. No podría volver a meterle un puñetazo, aunque eso era mejor a nada.

- No me hagas reír - siseó, pese a que su voz a veces se quebraba a causa de los gemidos que le ocasionaba el constante toqueteo en ese punto tan sensible dentro de ella -. T-tú nunca serás mi amo - frunció el ceño, seria -. Podrás tomar mi cuerpo, pero yo nunca seré tuya - advirtió.

Cerró los ojos por unos instantes, en lo que un nuevo espasmo de placer le hacía soltar un largo gemido. Culpaba al supuesto afrodisíaco por dejarla así de caliente, o de incluso hacer que sus caderas se movieran torpemente contra los dedos de él.

- A-además... di-dicen que cuando un hombre juega mucho antes de "eso" es porque "algo" le falla - una sonrisa torcida y burlesca creció en sus labios, mientras que lo miraba fijamente -. ¿A-acaso tienes problemas con cierta parte de tu cuerpo, Be-Bent? - se mofó.

Era cierto que ella era bastante inexperta en los temas referentes al sexo; sin embargo, eso no le impidió escuchar las pláticas que solían tener algunas mujeres de su pueblo. Algunas platicaban sobre el problema que tenían sus esposos al "venirse" bastante rápido durante el coito, o sobre si su pene no tenía una erección. Y Louise sabía que ese era un tema bastante delicado para los hombres, puesto que eso le había dicho una de sus vecinas, así que si seguramente fastidiaba al otro con eso lo haría enojar un poco.

De cierta forma le daba una cucharada de su propia medicina.

No esperó recibir un cabezazo como aquél, por lo que recibió de lleno el golpe sobre su nariz. Se retiró de inmediato, llevando una mano hacia la zona herida para verificar los daños: un sangrado nasal bastante notorio, aunque por fortuna parecía que no le había llegado a romper la nariz.

Se limitó a limpiarse con el dorso de la mano, y sin tomarle mucha importancia a aquél acto de rebeldía, volvió a introducir su dedo de golpe en su húmeda y apretada intimidad.

-¿Sabes? Habrías sonado convincente, de no ser porque continúas gimiendo como una prostituta cada vez que te toco- Incluso el movimiento de sus dedos se había tornado más ávido y violento. Ahora no sólo frotaba sus puntos sensibles en su interior, sino que revolvía sus falanges dentro de ella, para así asegurarse de que el chasquido viscoso fuese más audible que nunca. -Sólo mírate~ tu vagina está más que dispuesta a servirme. No sólo te estás moviendo al ritmo de mis dedos en busca de más, sino que tu propio coño empieza a tirar de ellos... Te gusta hacerte la difícil y jugar a la mujer fuerte, pero al fin y al cabo no eres más que una pervertida deseosa de un pene~

Y lo mejor de todo era que ella solita era quien estaba pidiendo más. Ya quería ver su cara cuando le aclarara que lo del afrodisíaco era mentira, y que todo este tiempo había sido su propia calentura la que la impulsó a correrse tan fácil y a buscar más acción.

El castigo que eligió para ella fue hacer más bruscos y drásticos sus movimientos, metiendo los dedos hasta el tope, con más violencia. Sabía perfectamente que no era posible quitarle la virginidad a una mujer sólo con los dedos; eran demasiado finos para romper el himen. Así que podía darse el lujo de moverlos con la violencia que quisiera, tal y como estaba haciendo ahora. Metía y sacaba sus dedos con tanta velocidad y fuerza, que la viscosidad que se escuchaba ahora de forma constante era opacada únicamente por los gemidos que ella soltaba.

-Apuesto a que desearías cerrar las piernas justo ahora para que no te vea de una manera tan vergonzosa, ¿no es así?~... Completamente abierta ante mí, con tu empapado coño suplicando por más y más... Pero tu vagina es muy codiciosa~ no importa cuánto meta mis dedos, siempre intenta jalarlos más hacia adentro.- En ese instante, decidió introducir únicamente su dedo índice, para luego frotarlo de manera muy detallada contra sus paredes, rasguñando incluso de forma tenue la zona. -¿No crees que sería más piadoso penetrarla ya con algo más grueso?~- Sabía cada punto débil en el cuerpo de una mujer, y en ella los estaba explotando al máximo.

Sin embargo, las mofas cesaron en cuanto ella mencionó lo de la funcionabilidad de su miembro. Y lejos de bajarle el autoestima, como ella pensaba, Bent no pudo hacer nada más que mostrar una amplia y satisfecha sonrisa.

-¿De verdad quieres ver el tamaño de lo que te espera?~- Ni siquiera le dio chance a formular una respuesta. Con total simpleza, el dragón extrajo de dentro de sus pantalones su miembro ya erecto, y listo para la acción. Gracias a todo lo que le había estado haciendo, estaba más endurecido que nunca, y ansioso por comenzar. -Parece que la que tendrá problemas luego serás tú, Lou~... Voy a penetrarte tan a fondo que no podrás ni caminar bien después de esto.

Una parte de ella se sentía satisfecha por haberle hecho sangrar dos veces en tan poco tiempo. Podría ser una simple panadera, alguien que no contaba con la fuerza de cien guerreros, pero no por ello dejaría morir tan fácil su orgullo.

Sus palabras, aunque la ofendieron y le hicieron sentir asco de sí misma, también le animaron un poco. De una forma u otra Bent demostraba su pequeña rabia contenida no sólo en lo que decía, sino también en sus actos. Por la forma en la que movía sus dedos estaba algo desesperado por hacer que ella sucumbiera y fuese simplemente una esclava más; pero ella estaba dispuesta a no serlo. Por mucho que él mancillara su cuerpo, por mucho que la rebajara con sus palabras jamás sería su esclava.

Voy a escapar de aquí. No importa cuándo, pero lo haré. Ya sea viva o muerta se prometió a sí misma, mientras que entrecerraba los ojos y le miraba con odio.

Bien se decía que la carne era débil, y ella no era la excepción. Gemía y se retorcía un poco por los movimientos bruscos y profundos de sus dedos dentro de su sexo, pero ella atribuía ese calor abrasador que perduraba en su vientre al afrodisíaco que él le había echado momentos atrás.

Ignorando el dolor de sus muñecas y piernas, Louise siguió tirando de las cadenas. Tal vez no podría zafar los grilletes de dónde estaban pegados, pero si lograba sacar una de sus manos entonces podría volver a defenderse...

- ¿A-ah? - no pudo evitar palidecer cuando habló sobre penetrarla con otra cosa. La selkie nunca había visto el cuerpo de un hombre desnudo, y en parte desconocía cómo eran bajo toda esa ropa. Sabía, obviamente, que su aparato reproductor era muy diferente al de una mujer, pero ella nunca había tratado de imaginarse la forma de éste.

Fue por eso que el pánico comenzó a crecer en su interior, dejando de lado el placer. Comenzaba a sentir un nudo en el estómago, y no fue hasta que Bent se abrió los pantalones que sintió un terror real, el cual incluso le hizo hiperventilar por el miedo.

Esa cosa era demasiado grande, y se veía demasiado tosca. ¿Acaso pensaba meterlo en su sexo? Ni hablar, ¡eso no va a entrar! ¡Me matará! chilló internamente, y pronto comenzó a desesperarse. Se removió tanto como podía, incluso comenzó a maldecir en una lengua totalmente diferente. ¡Tengo que liberarme! ¡Tengo que hacerlo...!

- ¡Ni se te ocurra meter esa cosa asquerosa en mí! - espetó, con el pánico reflejado en su voz. Jaló una vez más de sus brazos, pero sólo obtuvo un intenso ardor que le hizo soltar más maldiciones en su lengua natal -. Twat ffycin! ¡Voy a maldecirte! ¡Cuando muera te perseguiré hasta el fin de tus días! ¡Me aseguraré de que el resto de tu vida sea un infierno! - siseó.

Para alguien de su especie una maldición tenía una carga bastante importante. A fin de cuentas las selkies eran espíritus con cuerpo "sólido", por lo que al morir regresaban al inicio del todo. Y si algo caracterizaba a los seres del más allá era que su venganza no tenía límites. Atormentaban no sólo a la persona maldecida, sino también a sus descendientes; se encargaban de que estos pasaran tanto dolor y sufrimiento como el que habían provocado, y Louise estaba más que dispuesta a eso.

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*Twat ffycin: En español podría ser "maldito imbécil", pero la palabra Twat es muy denigrante en el inglés/galés.

El pánico que vio reflejado en el rostro de la chica, fue el bocado más dulce y suculento que el dragón pudo haber recibido. A ver si con eso su nueva esclava aprendía a no subestimar a su amo...

-Oh, qué problema~- Musitó, con un evidente sarcasmo que restaba importancia a sus palabras, cuando la oyó decir que lo maldeciría de por vida. Bent sabía que estaba jugando con fuego, pero él ya estaba preparado para todo.

Nunca le importó mucho si al final tendría una muerte tranquila o moriría torturado de la peor manera. Él bien sabía que la mayor parte de las cosas que hizo en vida merecerían 300 veces la pena de muerte, así que ya daba por sentado que cualquier desgracia que estuviese próxima a sufrir, simplemente sería el pago que el karma tenía para darle...

Había vivido cientos de victorias, cientos de derrotas, cientos de pérdidas... Era parte de la vida, no podía pensar que siempre viviría siendo feliz, así que, ¿qué más daba ser maldecido por los espíritus?... Sólo sería otro peso más que se añadiría a su extensa cuenta de venganzas pendientes que los demás tendrían para él.

-Entonces sólo tendré que asegurarme de que no mueras~- Se encogió de hombros con simpleza, y finalmente se decidió a soltarle los grilletes que mantenían prisioneros sus tobillos y los que había usado para sostenerla de la flexión de sus piernas. -Además, Lou~ eres muy cruel al decirme eso... Con lo mucho que te hice disfrutar, si hasta te corriste como fuente sólo usando mi lengua...

Le dejó los grilletes con los que aprisionaba sus muñecas, ya que las cadenas de estos eran lo suficientemente largas como para poder hacerla voltearse boca abajo.

-La mayoría de las mujeres estarían contentas de que les laman el coño y les hagan tener un orgasmo~ ¿Sabes? A los hombres sólo les interesa follar, correrse, y no se preocupan por hacer disfrutar a sus mujeres... Pero yo le di un tratamiento preferencial a tu coño...- La obligó a colocarse en una posición que exponía completamente su trasero, haciéndola alzar esa parte, mientras que acariciaba con total tranquilidad los pliegues de su sexo. -Mira, incluso sigues mojada aquí abajo. Esa es la prueba definitiva de que disfrutaste sentir mi lengua en tu vagina~

Se relamió de forma descarada, mientras que sus manos pasaban a sujetarla de las caderas para mantenerla firme, y asegurarse de que no se moviera mientras iba colocándose en posición.

-Ahora es tu turno de hacerme disfrutar a mí, Lou~ sería muy egoísta de tu parte permitirte ser la única que la pasa bien~- Hizo que la punta de su miembro comenzara a frotarse detalladamente contra sus pliegues, aprovechando que la zona seguía empapada y bien lubricada. -Ara~ Acabas de mojarte más~- Comentó de pronto, notando cómo una gran cantidad de flujo empapó de lleno el tronco de su pene, justo cuando la cabeza de este comenzó a frotarse contra el clítoris de la chica. -¿Ves cómo tu coño es más sincero que tu boca? él no tiene ningún reparo en admitir cuánto desea ser penetrado. Apuesto a que estás deseando que te lo meta bien adentro y desgarre ese pequeño agujerito que tienes ahí, ¿ah?~

El movimiento de su falo contra el clítoris y los pliegues de la chica se volvió más insistente, a la vez que aprovechaba para molestarla al introducir uno de sus dedos en su estrecha cavidad. La sentía cada vez más excitada, su dedo prácticamente estaba siendo succionado hacia adentro, prueba de lo mucho que su cuerpo deseaba aplacar su calor con una penetración.

Bent no podía sentirse más satisfecho al saber que la tenía donde quería. Pero antes de desgarrar su sexo virgen y regocijarse con su carita llorosa, iba a continuar divirtiéndose con ella.

Sin previo aviso, retiró su miembro de aquella zona, y aprovechó que lo tenía lo suficientemente lubricado para meterlo de golpe en su entrada trasera.

Suspiró complacido, y se permitió sentir el calor extremo de sus paredes rodeando su falo. Estaba tan excesivamente apretada como un coño virgen, y él claramente estaba disfrutando de todo aquello.

-Apuesto a que nunca te habías metido nada por aquí antes, ¿verdad?~- El corto tiempo que esperó tras finalmente probar su cuerpo, duró apenas lo suficiente para saborear su propia satisfacción. De inmediato reafirmó su agarre en las caderas de la chica para mantenerla firme y con el trasero bien levantado, antes de comenzar a mover sus caderas de atrás hacia adelante, para deleitarse con aquella zona. -¿Qué se siente tener tu primera vez por el culo? Apuesto a que nunca antes habías tenido nada tan grande aquí~

Y vaya que era la gloria. Allí, al practicarle sexo anal, no tenía ningún límite de tamaño, así que podía meter su miembro por completo.

Un alivio inmenso la llenó cuando Bent finalmente había decidido liberar sus piernas de los malditos grilletes. La piel de sus tobillos estaba bastante roja e irritada por culpa del metal y los constantes tironeos, además de que finalmente podría patearlo si se presentaba la oportunidad.

Lo malo era que sus muñecas seguían apresadas, así que en el momento en el que él la acostó boca abajo, un pequeño quejido escapó de sus labios. Los grilletes restantes eran los que más la lastimaban, y los que también le hacían sentir impotente. No podía golpearlo libremente o arañarlo, ni mucho menos desquitarse con algo para hacer más llevadero todo eso.

- Ungh... - entrecerró los ojos, bastante molesta, al ver que él ni siquiera se sentía afectado por sus amenazas. Eso dices ahora, pero cuando llegue el momento me encargaré de hacerte miserable... siseó en sus pensamientos.

Tal vez no podría huir por mucho que tuviese las piernas libres, así que por lo menos intentó mantenerlas cerradas para evitar que él hiciera algo. Lastimosamente aquello sólo duró poco, ya que de un momento a otro el pelirrojo la acomodó mejor sobre la cama, haciendo que ella soltara un chillido de la vergüenza.

- ¡N-no...! ¡Ah! - un escalofrío la recorrió por completo cuando el pene de Bent comenzó a frotarse entre sus pliegues. Era una sensación completamente diferente a las anteriores, ya que ahora podía sentir la forma de su miembro. Era más grande de lo que imaginaba, y estaba demasiado caliente.

La selkie no sabía si era normal que los hombres lo tuvieran tan duros o cálidos, pero le aterraba un poco imaginarse que eso estaría profanando las partes más delicadas de su anatomía. Trató de quitarse de allí, pero el agarre del otro se lo impidió. Quiso repelar o como mínimo patearlo...

Pero entonces vino el dolor.

Gritó como nunca había gritado en su vida; fue un grito atroz y desgarrador, el cual seguramente se escuchó en todo el barco. El ardor que se apoderó de su entrada trasera le provocó un par de espasmos, además de que la dejó sin aire por unos momentos. Prefería poner sus manos directamente en el fuego que soportar eso.

- Sa... ¡Sácalo! ¡Sácalo! - pidió, con la voz quebrada y rasposa. Trató de moverse hacia adelante, pero fue allí cuando se dio cuenta de que el dolor había bloqueado el movimiento de sus piernas momentáneamente. Y lo peor era que este comenzaba a subir lentamente por su columna, haciendo que su cuerpo entero se tensara.

¿Eso era el sexo? No importaba que no fuera en su intimidad, seguramente era igual o peor de doloroso. Era incapaz de entender cómo es que a la gente le gustaba, o cómo era posible que lo hicieran por primera vez.

En un intento por desquitarse, Louise apretó con fuerza sus puños. No le importó enterrarse las uñas en el proceso y hacerse algunos cortes en las palmas de las manos, al menos de esa forma se podía olvidar de la horrible sensación que crecía en la parte inferior de su cuerpo.

- ¡No te muevas! - chilló, todavía adolorida. El placer que había sentido hacía unos momentos se había borrado por completo, así que sólo quedaba el dolor y la sensación de que iba a morir allí mismo -. ¡Ba-basta! ¡Me duele! - se quejó, mientras que enterraba su rostro contra la piel de oso que funcionaba como sábana.

Se dio cuenta de que había comenzado a llorar cuando el afelpado se puso bastante húmedo a causa de sus lágrimas. La rubia no dejaba de gritar y quejarse debido a las embestidas del dragón, las cuales no eran precisamente suaves. Quiero morir. Así al menos ya no sentiré nada...

Bent ya estaba tan acostumbrado a hacer gritar de esa forma a las mujeres, que se tomó todo aquello como algo normal. Se ponían así al principio, pero luego comenzaban a disfrutar, y los gritos de dolor pronto pasaban a ser reemplazados por gemidos de placer... Así eran ellas, como su hermana. Les gustaba el sexo duro y sin control. Mientras más castigase sus cuerpos, más lo disfrutarían, así que iba a asegurarse de que Louise también sintiese ese placer.

-Vaya, con ese grito hasta podrías haber superado a Clady cuando la desvirgué en mi iniciación- Comentó, a modo de halago.

Desde esa fecha, no recordaba haber hecho gritar tanto a una mujer. Aunque claro, a Clady tuvo que hacerle más cosas. Cosas realmente atroces, para incentivarla a gritar. Mientras más fuertes y desgarradores fuesen los gritos de la mujer, más aceptación ganaba el iniciado entre los hombres de la tribu, así que realmente tuvo que esmerarse torturándola de todas las maneras que se le ocurrieron en ese momento.

-Duele al principio, pero ya verás que te gustará~- Aseguró, muy lejos de detenerse, como ella le suplicaba. -Pronto comenzarás a gritar por el puro placer, como hace un rato...

Deslizó una de sus manos por el abdomen de la chica, para ir subiéndolo hasta colarlo entre su cuerpo y la cama, donde estrujó como pudo uno de sus pechos. Aunque al haber cambiado la posición, había quedado más encima de ella, y por ende, las embestidas se volvieron más bruscas.

Se sentía tan bien penetrarla por aquél sitio tan apretado... No recordaba haber metido antes su miembro en un ano tan estrecho como aquél, usualmente no apretaban tanto, así que simplemente no podía cansarse del movimiento, metiéndolo hasta el fondo ante cada embestida.

-Relaja tu cuerpo~ si lo dejas tan tenso te dolerá más- Le sugirió. Probablemente ya no apretaría tanto, pero al menos eso le ayudaría a disminuir la sensación inicial de dolor.

No entendía cómo es que el otro podía decir que comenzaría a sentirse bien. El dolor era tan persistente que por momentos Louise creía que le duraría por meses enteros. Ni siquiera el hecho de que él comenzara a jugar con uno de sus pechos ayudó; de hecho, hizo que se sintiera más incómoda y adolorida, ya que las embestidas se habían vuelto más profundas y bruscas.

- ¡MUÉRETE! - chilló, antes de enterrar su rostro contra la piel del oso.

Pese a que no quería llorar frente a él, no era algo que se pudiera evitar. Los escalofríos que recorrían su espalda sólo intensificaban los espasmos de dolor, y su cuerpo entero se encontraba entumido.

Por un momento llegó a pensar que lo mejor sería fingir que le gustaba eso y esperar a que él terminara rápido; pero pronto se dio cuenta de que seguramente le haría cosas peores, así que desistió de la idea. Tampoco podía intentar relajarse, porque por mucho que intentara pensar en otra cosa el dolor volvía a hacerse presente. No era como si simplemente se distrajera en otra cosa, además de que ella ni siquiera quería hacer eso.

- Basta, por favor... - suplicó, con un hilo de voz.

Había estado apretando con tanta fuerza sus puños que incluso sus nudillos estaban blancos, y algunas gotas de sangre bajaban por sus dedos. Se había enterrado mucho las uñas pese a tenerlas cortas, y seguramente eso sería otra cosa que le dolería al otro día.

Su estómago se encogió por la horrible sensación que sentía en su entrada trasera, y temiendo que eso le produjera arcadas o intenciones de vomitar, la selkie no tuvo otra opción más que morder con fuerza la colcha. Ignoró los pelos que se pegaron a su lengua y simplemente se desquitó con eso. Sólo quería que todo eso acaba lo más rápido posible...

Para Bent, penetrarla por aquél sitio era la gloria misma. La estaba pasando muy bien, aunque la chica parecía tener problemas para encontrar el placer en sus movimientos, lo que le llamó un poco la atención.

Usualmente, ya para ese punto, todas las mujeres a las que violaba comenzaban a gemir de puro placer, y mientras más violento se mostrase con sus orificios, ellas más lo disfrutaban.

No quería tener que llegar a ponerle afrodisíaco en la primera vez para que ella lo disfrutara... La gracia estaba en darle una primera experiencia sin trampas y con lo que realmente tenía, y ya después podría empezar a divertirse con diversas pociones para estimular diversas zonas.

-Te duele porque no me has hecho caso cuando te dije que aflojaras el cuerpo- Aquella era la causa más probable para que el dolor no se haya ido de ella a esas alturas. -Afloja las piernas y sólo con ello te sentirás mejor.

Soltó el pecho con el que estaba jugando, para así poder sujetar las nalgas de la selkie y separarlas un poco. Comenzó a masajearlas de forma suave para que la tensión en esa zona fuese aminorando. Incluso si se mantenía tensa adelante, sólo tenía que relajarse en la parte trasera, así que hizo de sus movimientos más lentos para que ella se adaptara.

Realmente quiero morirme ahora... susurró dentro de su cabeza, con el cuerpo tieso como una roca.

Aunque Bent le insistiera en querer relajar su cuerpo, para ella era simplemente imposible. Nunca había experimentado dolores físicos como aquel, y realmente no sabía cómo reaccionar para evitar que estos se apoderaran tanto de sus emociones. Era peor que sentirse vulnerable e inútil, le desesperaba no poder hacer algo que realmente la aliviara.

Sabía que aún cuando el otro terminara, el dolor persistiría tal vez por días. ¿Sería capaz de soportarlo, o se volvería loca antes de que finalmente las cosas volvieran a ser como antes?

Pero ya nada será como antes.

Sorbió un poco con la nariz, y pese a quejarse un poco por los estímulos que él le daba en el trasero, su cuerpo quiso hacerle caso, con la esperanza de que realmente el dolor se fuera. Incluso por unos instantes ella estuvo de acuerdo en comenzar a sentir placer, porque al menos eso se sentía mejor que la sensación de estar siendo partida en dos.

Con costos comenzó a relajarse; no del todo, pero sí lo suficiente como para ya no estar tensa. Seguía enterrando sus uñas en las palmas de sus manos y mordiendo la piel del oso, pero al menos sus piernas y caderas se habían relajado lo suficiente.

El dolor obviamente seguía allí, aunque ahora era un poco menos que a diferencia de un inicio. Y el hecho de que él se moviera lento ahora ayudaba bastante...

Pero no es como si quisiera ser amable contigo. Sólo busca su propia satisfacción.

- Te-termina con e-esto d-de una vez... - suplicó, soltando finalmente la sábana. La quijada le dolía por el esfuerzo, y su voz apenas era audible.

No pudo evitar gruñir un poco ante la sensación placentera que recorría todo su miembro. No entendía cómo podía ser posible que ella no estuviese disfrutando de algo tan magnífico como aquello, si penetrarla era la gloria.

Para esas alturas, Clady ya estaría gritando de puro placer de tenerlo dentro. Sus esclavas también ya habrían sucumbido, pero a Louise parecía costarle un poco más... Una pena, pero bueno, ya la haría gemir y retorcerse de placer más adelante.

La noche era joven, y tenía todo el camino de regreso para hacerla experimentar mil y un sensaciones en cada orificio de su cuerpo. Ansiaba penetrarla hasta el fondo en todo su ser, y marcarla como suya cuanto antes.

-¿Ves cómo comienzas a sentir el placer si te lo propones?- Sonrió de lado al notar que su parte trasera se estaba aflojando un poco, y que ella ya no parecía estar sufriendo tanto.

Le habría gustado continuar haciéndoselo por allí por más tiempo, pero su cuota de placer ya estaba rebalsando. Sentía su orgasmo a la vuelta de la esquina, y sujetó firmemente las caderas de la selkie para alzarla y pegarla más a su miembro al momento de correrse y dejar salir todo el chorro de semen dentro de ella.

-La próxima vez te llenaré tanto el coño de semen que estarás goteando por tres días- Afirmó, tras embestirla otro par de veces para así asegurarse de haberse descargado por completo, antes de retirar de una vez su miembro.

El observar cómo goteaba el líquido blanquecino por su trasero, el cual aún se estaba cerrando, era todo un espectáculo digno de verse.

El de Clady ya no se contraía tanto, de la cantidad de cosas que le había llegado a meter por allí. Por eso amaba a las primerizas, tenían un cuerpo nuevo y bien apretado.